Los médicos de antes (aquellos que ejercieron la medicina en los años sesenta, setenta y principios de los ochenta) eran, en su  mayoría, profesionales de visión holística, verdaderos sacerdotes de la medicina, para quienes el enriquecimiento rápido no formaba parte de sus principios y, sobre todo, tenían un afilado ojo clínico.

En cambio, los médicos de ahora-también en su gran mayoría-parecen buitres detrás de sus despojos; abusan de la ignorancia del paciente, indican análisis y estudios sin necesidad y algunos recetan unas medicinas de cuya venta reciben un porcentaje.

Pondré varios ejemplos.

En 1980 fui al médico por un dolor en la rodilla derecha que me impedía caminar. El galeno me recetó un medicamento y a la semana estaba bien.

En el 2002, un dolor parecido me hizo volver al médico, quien me indicó un doppler vascular, cuyos resultados arrojaron que no tenía nada anormal en la rodilla.

Pasaron quince días antes de que el galeno acertase con unas inyecciones. ¿Había necesidad de un doppler vascular?

En 1981 acudí donde el cardiólogo vegano Cucho Guzmán.

Tenía fiebre altísima, vómitos y diarrea.

Me recetó unos medicamentos y me indicó dos análisis.

Al día siguiente amanecí recuperado y a los tres días estaba sano.

He visitado años después a médicos con malestares similares a los descritos y me han prescrito miles de análisis y una batería de medicinas, y la sanación ha sido no sólo más costosa, sino también mucho más larga.

En fin, prefiero al médico de antes, una especie en extinción, y no a los galenos actuales, quienes piensan más en el dinero que en la salud de los pacientes.