Las expectativas sobre la economía global es que coquetea con una nueva gran recesión. La OCDE redujo a la mitad el crecimiento, a 1.5% de 2.9% previsto inicialmente para 2020. El FMI anunció un plan de emergencia de $45.000 millones de dólares para prestar a los países afectados. Y la semana pasada Trump no cometió el error de Herbert Hoover, que tras el viernes negro de 1929, dijo que la economía de Estados Unidos era sólida y próspera. La realidad no tardó en demostrarle otra cosa.
Ante la emergencia económica global y porque de oferta es el impacto del virus, el Gobierno debe poner en vigencia medidas fiscales precautorias destinadas a proteger el sistema productivo nacional, de manera especial la actividad agrícola, la de pequeñas y medianas empresas, hostelería, transporte y otras muy expuestas.
Que combinadas con la política monetaria de mediados de 2019, que continúan impulsando la inversión de las empresas privadas y el consumo de los hogares, explican el crecimiento de dos dígitos de los préstamos privados en pesos, interanual crecieron 12.0% en 2019 y 12.6% en febrero 2020, contrarrestan el impacto económico de la pandemia, evita reducción de la producción sectorial.
Lo que quiero dejar sentado es que la administración fiscal no puede actuar con piloto automático. Caótica y con alta volatilidad fueron las sesiones en las Bolsas Mundiales la semana pasada, el precio de los activos de renta variable se desplomó entre 6% y 8%, más que en 2008, acumulado los principales índices perdieron un tercio de su valor y a una velocidad que supera la caída de 1929.
Las medidas fiscales precautorias preservan la confianza de los inversionistas, la evalúan de manera positiva, piensan que el productor está protegido, recordando, por otra parte, que para financiar el sector exterior y mantener alto el“ ”stock” de reservas internacionales, el flujo de inversión extranjera directa debe superar los tres mil millones de dólares anuales.
De lo que trata es evitar caer en recesiones sectoriales, dentro del cálculo de probabilidades está que podemos aliviar el impacto de la caída de la economía mundial, y aunque se desconoce si será de corta o larga duración, con certidumbre podemos mantener el pronóstico inicial de crecimiento de la economía alrededor de 5%. Juega a nuestro favor el viento de cola del barril de petróleo cotizándose en 35 dólares, con alta probabilidad de mantenerse todo el año si Putin sigue negándose a reducir el bombeo de crudo en 150 mil barriles diarios. Implica ahorro para la factura petrolera en más de mil millones de dólares, para el presupuesto nacional por reducción del subsidio eléctrico y el de los hogares con el consumo de gasolinas, gasoil y gas licuado de petróleo (GLP).
El oficio del historiador es interpretar hechos del pasado basado en papeles inéditos, sobre crisis extremas como la pandemia, la historiografía dominante nos dice que una de las consecuencias positivas es que sectores responsables se ponen de acuerdo con las reformas estructurales que se necesitan. Las medidas fiscales precautorias pueden ser parte de la reforma fiscal global que hace tiempo debió consensuarse, la que corrige desigualdad, insuficiencia de recursos, el déficit fiscal estructural que aumenta la deuda pública, los parches de impuestos e innumerables exenciones que agujerean el Código Tributario.