Que quede claro desde el principio: no tengo nada contra la cantante Martha Heredia, ni me opongo a que se beneficie del programa “Medio libre” que promueve el Nuevo Modelo de Gestión Penitenciaria,   gracias al cual podrá empezar a reencauzar su vida (trabajará jueves y viernes en una empresa y estudiará los sábados en la universidad) en lo que termina de cumplir su condena por narcotráfico. Y la razón es simple: todos nos merecemos una segunda oportunidad, y eso vale tanto para Martha y su carita de niña buena como para Juan Manuel  Moliné Rodríguez, uno de los asesinos del niño José Rafael Llenas Aybar y quien acaba de cumplir una condena de veinte años. También quiero dejar claro que “medio libre”  me parece una idea excelente de cara al congestionado  sistema penitenciario  dominicano, con un pie en el nuevo  modelo y sus ostensibles beneficios  para los “internos”, y el otro en  el  hacinamiento y la promiscuidad del viejo modelo, cuyos recintos  constituyen verdaderas  universidades del crimen. Pero debo dejar constancia de que al igual que la mayoría de los ciudadanos acabo de enterarme, gracias a la libertad  condicional  otorgada a la cantante, de la existencia de ese programa, que funciona desde 2014 y del cual se han beneficiado hasta ahora 27 reclusos a los que los jueces de la ejecución de la pena les han otorgado permisos especiales con fines laborales, por lo que nada  puedo decir sobre sus bondades o deficiencias, salvo esperar que como tantas cosas que en este país empezamos bien, animados de las mejores intenciones, no terminemos dañándolo o corrompiéndolo. Sí es de lamentarse que no se le diera mayor publicidad, por aquello de la llevada y traída transparencia, desde que empezó a operar, pues la sociedad a la que los beneficiarios de ese programa agraviaron con sus delitos tiene derecho a saber que ya andan por ahí  medio libres o medio presos (como usted prefiera) antes  de cumplir sus sentencias.