Medio quintal de papeles
y dos millones de gentes

Medio quintal de papeles <BR data-src=https://hoy.com.do/wp-content/uploads/2004/09/BC740BBA-8648-4F4B-8CE3-5224015A931A.jpeg?x22434 decoding=async data-eio-rwidth=315 data-eio-rheight=390><noscript><img
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POR ENRIQUILLO RIVAS S.
Dedicado el tema. Debo referirme al Señor Presidente de la República y al Embajador de los Estados Unidos y sus responsabilidades frente al impensado curso del Tratado de Libre Comercio RD-CAFTA.  Como es sabido, su apresurada firma para antes de la dilatada salida del pasado gobierno, nos legó la desagradable sorpresa de enterarnos a última hora que se le incluyeron cláusulas y términos indeseados por los productores de caña, arroz, pollos, leche, cerdos y vacunos, además de farmacéuticos y abogados.

El pensar del representante de la gran nación se externa abiertamente en una conversación con un ejecutivo de fertilizantes cuando más o menos le expresaba que por el cultivo de “unas cuantas maticas de arroz, caña y unos puerquitos”, un trato beneficioso a muchos otros no podía ser afectado. Parecida aseveración nos endosa el Embajador cuando afirma en “El Caribe” que “la ineficiencia de los siempre protegidos campesinos dominicanos no puede ser mantenida ni afectar al libre comercio”.

El ciudadano común percibe en estos momentos cómo el actual Gobierno desea complacer al gran vecino para no entorpecer la necesaria aprobación congresional de la Reforma Fiscal que habrá de abrir paso a un urgente acuerdo con el FMI. Total, que regresarla a los diputados dilataría esa aprobación mucho más que si la dejan con el 25% al sirope de maíz.  Falta tiempo y nuestro gobierno no lo tiene ante el FMI.  Eso lo entendemos.

Así las cosas, los sectores agropecuarios que piden la oportunidad de renegociar equilibradamente su sobrevivencia, ven con desánimo cómo las actitudes de quien manda y otro que quiere mandar pudieran a la postre perjudicarlos de por siempre.  Mientras tanto, medio quintal de documentos de RD-CAFTA descansa en un oscuro desván en el Senado de la República esperando a ser leídos, ponderados y decididos a su ratificación o rechazo.

Cabe esperar que la cantidad y calidad de esos papeles de vida o muerte para buena parte del campo dominicano, deba ser meticulosamente estudiada por nuestros congresistas.  Miles de páginas, números, referencias y argucias comerciales de un tratado comercial internacional no pueden ser revisados cabalmente en días o semanas.  Además, a los cajones que a su vez esperan en los Congresos Centro y Norteamericano tampoco les ha tocado concluir el debido manoseo de parte de los acuciosos de cada país y sus intereses.

En consecuencia, si la llave que dice el Embajador no abre el candado que ha trancado el TLC con el tema del impuesto al sirope de maíz, dejémoslo así, cumplamos con la Reforma Fiscal sin demoras y cuidemos el RD-CAFTA del destiempo.  Respecto al “cuco” de que no habrá tratado, iría contra toda lógica que el comensal de mayor apetito por no poder comerse el dulce postre del banquete, se levante y se vaya renunciando a los platos principales.

Panamá, Colombia, Ecuador y otros países siguen vivos manteniendo ponderadas y necesariamente lentas negociaciones con sus contraparte.  Ellos firmarán en el momento adecuado.  Mientras tanto, sus economías crecen, sus agricultores no temen perecer y lo más importante, se sienten protegidos, defendidos por la austeridad de sus negociadores y el orgullo nacional.

Con el mayor respeto y optimismo de que así sea, pido al Presidente Fernández que envíe alguna señal de aliento a los desesperanzados hombres de nuestros campos que con su escasa sombrilla que no los cubre de las inclemencias de estos tiempos, esperan que se les aclare el confuso panorama de su futuro.

El cada vez más ausente surco dominicano, día a día más oscurecido con presencia foránea, falta de relevo generacional, escaso ánimo productivo, forzado turista de yolas. Solo quiere que lo dejen trabajar hasta que su tradición y deseos den paso a tiempos que él no comprende en un mundo que parece ser muy ancho pero siempre ajeno.

La suerte de la agropecuaria nacional depende de un buen Presidente.  De legisladores que en esta oportunidad, su mayoría ha dado muestras de un altísimo sentido patrio y desinterés.  De ese adormilado y desconocido medio quintal de papeles.  Lo bueno o malo de ellos será decisión de dominicanos.  Por suerte, sus resultados o efectos ocurrirán en tiempos en que el ingrato diligenciador habrá regresado  a otros aires que quizás le sean más propicios.

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