Medir las diferencias

Medir las diferencias

Hay países con gravísimos problemas sanitarios; otros están atravesando dolorosos problemas políticos; algunos padecen crisis monetarias y altísimos niveles de desempleo. Varios lugares de África pueden ser incluidos en el primer caso; en el segundo, debemos mencionar a Ucrania, Siria, Irak, Egipto, Libia. En el tercero, habría que señalar el caso de Grecia en Europa, y el caso de Haití, en el área del Caribe. Muchas otras naciones, en Asia, África, Europa, sufren penalidades de uno u otro tipo. Hay regiones donde buena parte de la población está obligada a emigrar por razones de guerra, de intolerancia religiosa o enfrentamientos étnicos.

En ninguna parte del mundo las cosas marchan “sobre ruedas”. Muchos países prósperos son maltratados por “la polución”. En China continental, cuyo crecimiento económico ha sido extraordinario, existen zonas en las cuales la contaminación ambiental es insoportable. De igual manera, cabe agregar aquellos lugares dominados totalmente por la delincuencia. Puede decirse que los “países normales” son aquellos donde sólo hay malversación de fondos, blanqueo de capitales mal habidos, especulación financiera, injusticias sociales, impunidad con los políticos de turno. No pretendo proponer que nos conformemos con sufrir “males menores”, en comparación con los que sufren las gentes de Afganistán o de Sinaloa.

En la República Dominicana tenemos muchos asuntos que “andan mal”: desde el tránsito de vehículos, el funcionamiento de las cárceles y tribunales, hasta los procedimientos policiales. El lector es libre de añadir otros aspectos negativos de la convivencia que no han sido relacionados aquí. Estamos acostumbrados a quejarnos, a decir: “este país” de nuestras culpas va de mal en peor. Las décimas de Juan Antonio Alix son lamentos sociales y agresiones políticas. Todavía son útiles para el sociólogo y para el historiador.

Los partidos políticos, así en plural, constituyen el tema más espinoso de nuestra época. No representan ya “variantes” ideológicas; son maquinarias uniformadas de proselitismo y mercadeo. Se despotrica contra ellos en España, en Italia, en Argentina y en México; pero no se consigue eliminar los problemas que ellos causan en sus respectivas comunidades. En todas partes es lo mismo. Los partidos producen déficits fiscales, inflación en los precios, desaliento en los jóvenes, críticas de los viejos. Otras opciones violentas parecen peores.

 

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