Meditaciones sobre el oficio del periodismo

Meditaciones sobre el oficio del periodismo

El periodismo, al igual que la política, cuando se ejerce en defensa de los mejores intereses de la comunidad es una actividad digna pero muy peligrosa porque expone al comunicador a las tentaciones, críticas y lisonjas de quienes buscan utilizarlo a favor de sus causas particulares.
Mantenerse en el ejercicio de esta profesión al margen de los intereses que bullen en una sociedad cada vez más competitiva es una tarea difícil y más cuando los periodistas son mal pagados y tienen que dedicarse al pluriempleo para poder sobrevivir con cierta dignidad.
En esa búsqueda muchos caen en violaciones éticas al recibir cheques de la entidad que cubren como fuente noticiosa con el pretexto de pago por publicidad, asesoría o colaboración cuando en realidad lo que se busca es comprometer y callar al comunicador.
De eso están conscientes la mayoría de los los dueños y ejecutivos de los medios, quienes se hacen de la vista gorda, ante asalariados que utilizan, sin ningún rubor, sus periódicos, programas de radio y televisión como instrumentos de alabanzas o críticas sistemáticas de acuerdo a sus intereses particulares.
En ese contexto, los más inteligentes, audaces y laboriosos llegan a independizarse, labrarse un nombre y hacerse temibles por lo que tanto, sectores económicos públicos y privados, se agencian sus adhesiones en base a dádivas, jugosos contratos de publicidad, asesoría de imagen y otros privilegios.
Algunos de esos comunicadores se endiosan, llegando a rebelarse contra el Gobierno que los aupó, cuando es tocado cualquiera de sus protectores, subestimando el poder demoledor del Estado cuando sus estructuras son cuestionadas por afectar estratégica y selectivamente a cualquier personero de la corrupción.

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