Mejor agenda para el agua

Mejor agenda para el agua

La sequía, estacionaria e indefectible, sigue presente; pero el propósito de mitigarla no debería limitarse en el tiempo. Los ganaderos organizados tienen razón cuando llaman desde ya a preparar al país para las próximas ausencias de lluvia. La actual cesará pronto; pero en función de la pecuaria y la agricultura, el Estado y los productores deben programar siembras de pasto en sitios aprovechables y a la creación de lagunas para la conservación y uso del agua en los meses adversos del 2015. Y en sentido general, al campo le esperarían tiempos peores si continúa la deforestación que para diversos fines tiene lugar en algunas zonas. República Dominicana muestra un déficit de atención al problema de la agricultura de subsistencia en Los Haitises y otros lugares.

En las ciudades falta mucho por hacer para bien del agua y el futuro. Las fugas y pérdidas en tuberías son impresionantes. La racionalidad no logra imponerse. A nivel de organismos del servicio se tarda en corregir averías. Muchas familias hacen lo propio desperdiciando el líquido y fallando en hacer reparaciones en los hogares. El civismo brilla por su ausencia en la relación de los usuarios con los acueductos de muchas demarcaciones y solo una exigua parte de la ciudadanía paga por el suministro. Eliminando el dispendio no sería tan necesario construir más acueductos. Salvar lo que ahora se pierde extendería la utilidad de los que ya existen.

Sin licencia para  fallarle al país

Un efecto nocivo de la inequidad que enriquece a un sector minoritario en perjuicio de las mayorías es que incentiva la tolerancia al llamado “padrefamilismo”. Lleva a algunos a la suposición de que la mala distribución de los bienes da derechos a eludir pagos de servicios públicos, a invadir espacios para fines de lucro, a no pagar impuestos y a transgredir normas de convivencia como las que deben regir el tránsito.

Incluso se pretende a veces excusar a policías que se alejan del cumplimiento del deber por alegada baja condición salarial en un afán de culpar más a las estructuras que a los individuos por el mal proceder. La falta de ética puede ser peor para cualquier institución que las carencias materiales de sus miembros. Lo esencial es que la función policial esté fundada en la rectitud y sentido del honor. El agente de AMET que en estos días fue resaltado por su honestidad es tan pobre como cualquier otro.

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