Mejor aliado caribeño de EU

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FABIO R. HERRERA MINIÑO
Por un espacio de más de 40 años, la rivalidad entre el régimen cubano de Fidel Castro y los distintos gobiernos norteamericanos desde 1959, han mantenido en vilo a la América Latina, y muchas veces llegaron al borde de una severa confrontación.

Incluso la acción directa, apoyada por los norteamericanos en el caso de Bahía de Cochinos, y los distintos intentos de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) para asesinar a Fidel Castro, podrían encajar dentro de una política de hostigamiento sin los fines perentorios para eliminar de cuajo el régimen comunista de Cuba.

Hasta 1958 Cuba representaba para los Estados Unidos una valiosa posesión, más que Puerto Rico, que si bien la isla tenía su régimen independiente pero estaba supeditado a la voluntad norteamericana, en donde la generosa cuota azucarera en el mercado preferencial, le permitía a la economía cubana sostenerse y proyectarse como la más próspera no sólo del Caribe sino del continente. Sin embargo, estaba carcomida por una horrorosa corrupción y una infiltración de los grupos mafiosos que encontraron en La Habana y sus grandes casinos la mejor fuente de enriquecimiento. Tenían un santuario para seguir dominando el crimen y el juego desde la dinámica capital cubana, sin el temor de verse detenidos por las autoridades norteamericanas.

La entrada de Fidel Castro, con sus rebeldes triunfantes a La Habana en los primeros días de enero de 1959, después que el régimen batistiano se había derrumbado el día primero, señaló un nuevo rumbo para la economía cubana, que en pocos meses se había entregado en las manos soviéticas con un sistema totalitario que tenía adeptos por toda la tierra y gozaba de las simpatías de los jóvenes ilusionados por el cambio y en contra de lo que representaba el capitalismo que llegaba desde Washington a todas partes del globo terráqueo.

El flujo de dinero, que llegaba desde Estados Unidos a Cuba, se cortó en poco menos de tres años después del triunfo de la revolución, entonces el dinero soviético sostuvo el costoso experimento socialista de Fidel Castro. Los casi 300 millones de dólares anuales que llegaban de los Estados Unidos por programas de asistencia, intercambio comercial y turismo, se reemplazó con los rublos dolarizados para sostener un gran proyecto político. Este encontraba gran resistencia para establecerse y consolidarse, lo cual se logró en base a una férrea dictadura, que todavía a 47 años se mantiene indemne.

Esos 47 años de la revolución cubana han sido un gran alivio para la economía norteamericana. Y es que no ha tenido que  acudir en ayuda de Cuba, como había sido lo tradicional desde los primeros años del siglo XX y de la enmienda Platt. Así Estados Unidos se ha economizado más de cien mil millones de dólares, que hubiese representado el flujo muy generoso para una isla de especial vinculación a los intereses norteamericanos. Sin embargo, Fidel Castro ha favorecido a todos los gobiernos norteamericanos que lo han enfrentado desde 1959, evitando que enviase ese flujo de dinero que antes sostenía a Cuba en sus extraordinarios avances desarrollistas, intelectuales y científicos, superiores a los de la mayoría de los países del continente, pese a que una gran pobreza oprimía los estratos bajos de la población, afectando la estabilidad social de la isla.

Ese aspecto de la revolución cubana, de haberle economizado a Estados Unidos tan notable cantidad de dinero, debe haber sido ponderado por los estrategas de Washington, que de esa forma prefieren tener a un Fidel Castro repondón y acusador, pero que mantiene a sus paisanos bajo un guante de acero, sin permitir migraciones masivas hacia Miami, distinto a la migración en oleadas de dominicanos, haitianos, mejicanos y centroamericanos, pero también de China y otros países asiáticos.

Con Fidel ha ocurrido algo similar con Irak y Sadam Hussein. A raíz de la primera invasión norteamericana de 1991 se evitó derrocar al dictador iraquí, que era un freno para una guerra civil, sin provocar un baño de sangre cono ocurre actualmente. Así, con Fidel Castro en Cuba, se evita establecer un enorme flujo de dinero para rehacer la economía cubana al gusto norteamericano. En consecuencia, sostener al líder cubano en el poder, por más que se diga lo contrario y hasta se anuncien planes inmediatos de desestabilizarlo, al final de cuentas el gobierno norteamericano prefiere a un Fidel Casto con el dominio de su país, que a un régimen democrático corrupto e inepto que devoraría todos los recursos que los ingenuos norteamericanos enviasen a la isla para reconstruirla.

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