Ningún maniqueísmo entre el bien y el mal debe privar a la sociedad de los avances que con pragmatismo científico permiten a los pueblos aprovechar con equilibrio riquezas naturales o superar distorsiones de servicios públicos esenciales en vez de propinar remedios de caballo que suprima todo un sistema incluyendo sus partes favorables y perfeccionables. En lo que se refiere a la Seguridad Social, cae riesgosamente en lo absoluto la propuesta de una coalición independiente de borrar del mapa los dos pilares en uso por los afilados para recibir consultas médicas por pagos parciales, hospitalizaciones, subsidios para fármacos y pensiones realmente insatisfactorias. En verdad dos entes se están quedando a mitad de camino en los fines; pero de ser llevados al cadalso para no existir más se estaría peor a falta de alternativas promisorias. See xpondría al país al retroceso de parar en manos de los burocratismos estatales y bajo el peso clientelar de partidos conocidos como frustrantes enemigos de la eficiencia.
Desde lo sectario, se abrirían puertas y ventanas al oportunismo de los lucros personales sin que nadie haya demostrado todavía que exista un real proceso institucional para superar vicios. No mirar hacia la sepultura en que yace el IDSS sería una mayúscula insensatez. Por igual, se quiere empujar a la nación objetando una presa de cola a privarse del oro que guardan entrañas del suelo en Pueblo Viejo, Cotuí, un potencial de riqueza lanzada hacia precios más altos cada vez en el mercado internacional. Un objetivo delirante que se proyecta como si no existieran, real y efectivamente, métodos universales de extracción sostenible y de mínimos impactos. Puede que lo que ya autorizó el Ministerio de Medio Ambiente se preste a objeciones razonables que llevadas a unas instancias superiores de verificación científica en la que no influyan intereses ajenos a las conveniencias del país puedan hallarse mejores técnicas de explotación y que entonces ocurra como en todas partes: que el precioso metal es puesto a flote.