En primer lugar es fundamental tener una predisposición a superar cualquier dificultad. No huir de los problemas e intentar afrontar todas las dificultades juntos.
– Aceptar al otro como es, asumir que nadie es perfecto y sobre todo, no intentar cambiarle.
A veces dedicamos mucho tiempo intentando que el otro u otra cambie, y esto es un error ya que nadie puede cambiar a nadie hasta que tome esa determinación de hacerlo, pero nunca por imposición.
– Buscar actividades comunes para compartir.
Esto no quiere decir que haya que estar siempre juntos, ni renunciar a los propios gustos en beneficio de los de otro, pero si tener proyectos e ilusiones comunes.
De esta forma se acaba con la rutina y el aburrimiento que a veces llevan a la pareja a necesitar llenarse de ilusiones al margen del otro.
Esto es en definitiva, desarrollar esa capacidad de aportar novedades a la relación.
– Cuando se tiene un mal día, no se debe descargar el mal humor sobre la pareja. Si intuimos que va a ser así, tal vez sea mejor que nos tomemos un tiempo para estar a solas, reflexionar y dejar que pase ese mal humor.
– Poner interés en atender las necesidades del otro. La mayoría de las parejas tienen dificultades porque se preocupan más de atender sus propios intereses y deseos aunque ello suponga desatender a la pareja.
– Expresar sentimientos positivos, es decir, valorar y reconocer al otro, expresar elogios, sentimientos de afecto, resaltar sus éxitos.
A veces las parejas se acostumbran demasiado pronto a lo bueno que puede estar ofreciéndole una determinada relación, llegan a verlo normal y no saben apreciar ni observar lo bueno que hay en el otro.
Es importante no solo apreciarlo sino también reconocerlo y en ocasiones comunicárselo al otro.
¿Porqué se originan los conflictos?
-Falta de interés por la vida del otro.
-Por no recibir del otro la misma cantidad de afecto que se está dando.
-Por creer que ya se tiene conquistado y dejar de hacer esfuerzos por halagarle.
-Descargar el mal humor en el otro.
-No saber comunicar sus sentimientos, ni escuchar apropiadamente al otro.
-Por pretender que el otro adivine sus pensamientos y deseos.