El genio creativo de Freddy Beras Goico y su enorme capacidad de escudriñar las características del pueblo dominicano retrató con especial importancia el proceso de degradación de la práctica política, caricaturizando la falta de contenido, su escasa formación cultural, el desdén por el debate de las ideas y la banalización del ejercicio público. Así nació Melecio Morrobel, sin poner las “s” correctamente, convencido de que el dinero lo puede todo y reduciendo una actividad digna de mejor suerte en comedia que, en el sentido sincero, representa el rostro de la tragedia nacional.
Las tareas públicas no pueden constituirse en sinónimo de espacio exclusivo para élites. Y es que el argumento simplista ante los requerimientos indispensables para el desempeño correcto tiende a construir una trinchera “defensiva” de perversamente asociar credenciales básicas con exhibición de herramientas académicas inalcanzables en segmentos amplísimos de la población. Por el contrario, franjas de formación singular y que egresan de centros educativos exquisitos tienden a producir profesionales con enorme vocación por colocar sus talentos al servicio de las peores causas. Recordando a Bolívar, “el talento sin probidad es un azote”.
Justino José del Orbe, Barbarín Mojica, Julio de Peña Valdez, Henry Molina, Jorge Puello Soriano y Jacinto de los Santos poseían el talento, sentido de compromiso y orientación ideológica con un altísimo acento sindical. No eran intelectuales ni andaban exhibiendo poses teóricas, pero llenaron las expectativas del sector social que representaban con una integridad digna del respeto de sus adversarios. Con Payo Ginebra, Hugh Brache, George Arzeno Brugal y Celso Marranzini, el empresariado ha tenido exponentes de consistencia alrededor de la defensa de sus intereses, y a nadie se le ocurre desconocer la elegancia y coherencia en la defensa de su sector. Cuando Bernardo Vega, Manuel García Arévalo, Andrés L. Mateo, Frank Moya Pons, Héctor Incháustegui Cabral, Juan Daniel Balcácer y Roberto Cassá ponen sus talentos al servicio del Estado, no entregan su obra intelectual ni decae su respetabilidad en la sociedad. Un grupo variopinto de ciudadanos que representa la diversidad social y pensamiento, pero de un decoro ciudadano bien ganado.
La derrota de la clase política se expresa en la falta de contenido de sus propuestas ciudadanas, escasamente existentes, y cualquier intento de validación encuentra en la calificación de “teórico” el esfuerzo porque el debate de las ideas sirvan de común denominador de la militancia partidaria. Por eso, la morrobelización de las organizaciones constituye pieza de escarnio y trampolín para tanta infamia en el congreso, los ayuntamientos, la dirección de los partidos y hasta las aspiraciones presidenciales con “exponentes” con falencias que nos laceran el alma.
No aspiro a políticos de hablar rebuscado ni que su conocimiento los transforme en arrogantes y distantes de la población. Ahora bien, pretender que competir por alcanzar la primera magistratura impida y/o limite a un aspirante a tener ideas fundamentales sobre las causales del aborto, el combate a la corrupción, la institucionalidad de la justicia y los porcentajes en el sector educativo, expresa lo mal que andamos. Peor aún, mal creer que la red de plumíferos, el bombardeo publicitario, el club de áulicos que desde las redes “opinan” por paga y los recursos públicos utilizados descaradamente pueden producir un presidente, es la mejor manifestación de las locuras que pretenden imponerle a la sociedad.
El bestiario político dominicano está atrapado por la fuerza del dinero. Por desgracia, la única pieza de exhibición de un gran porcentaje reside en el abultado bolsillo que colocan al servicio de una clientela que los hace victoriosos en la misma dimensión que el modelo democrático es derrotado. Lo única respuesta a tanta fatalidad es la toma de conciencia y militancia de una ciudadanía con mayor sentido de criticidad y dispuesta a resistir los embates de la red de beneficiarios del desorden que categoriza al ejército de idiotas que su “éxito” por la fuerza del dinero llena lagunas existenciales que sus riquezas no puede llenar.
Estamos abrumados, Melecio Morrobel volvió. Sus cuñas radiales nos enloquecen, sale hasta en el baño con ideas nuevas, pocos “hacedores de opinión” se resisten a sus encantos$$$, su sangre nueva circula con el dinero público. ¿Y tendríamos tan mala suerte que sea candidato a la presidencia?