Memoria de un territorio desvertebrado (4)

Memoria de un territorio desvertebrado (4)

Los años 70’ significaron grandes cambios socio espaciales para el país, ya que la población inició su migración hacia las ciudades, atraída por los empleos, las ventajas urbanas y las Universidades. La concentración de las inversiones públicas y privadas en el Distrito Nacional fomentaban nuevos barrios, los más ricos hacia el Oeste; los más pobres, donde había terrenos, en inmensos barrios marginados al norte y al este de la capital como La Zurza, La Ciénaga, Los Tres Brazos, etc.. los arroyos desaparecieron y aparecieron las cañadas como las del Diablo, Bonavides y Guajimía, se perfilaban nuevas situaciones de fragilización de la naturaleza. Sin prever el desastre ambiental, los ríos entre Azua y Santo Domingo fueron excavados por y para la industria de la construcción para las presas y la urbanización; los cauces se deformaron, se movieron poblaciones hacia zonas inundables, se deforestaron las cimas y las vertientes se desestabilizaron, los derrumbes fueron constantes. El desastre ecológico del país se iniciaba, a pesar de medidas conservacionistas del Dr. Balaguer como el cierre de los aserraderos y la creación de parques nacionales…, con la pobreza aumentando, la producción y consumo del carbón vegetal era indetenible. De 1970 a 1979 se registraron 441 eventos climáticos, cuatro veces más que la década anterior, sin que nadie lo advirtiera. En agosto de 1979 pasaron sobre la Isla el ciclón David seguido de la tormenta Federico. El huracán penetró a territorio dominicano entre Haina y San Cristóbal y dejó la nación en ruinas con un saldo de 2000 muertos, desaparecidos y damnificados aún por contar. Con vientos de 240 kilómetros por hora, David destruyó en más de un 70% el alumbrado eléctrico, el sistema telefónico y el Acueducto de Santo Domingo, el sistema vial derribando puentes, y borrando carreteras y canales de riego. La tormenta Federico remató con seis días seguidos de lluvias causando inundaciones que terminaron por arrasar gran parte de las plantaciones agrícolas. Se estima que más de 600 mil personas perdieron sus hogares, a lo largo de la costa Sur, en particular desde San Cristóbal hasta Azua. La crecida de los ríos Nizao y Yubazo causó la muerte de centenares de personas. Luego del huracán el presidente Antonio Guzmán ordenó un plan de reconstrucción de viviendas de concreto, mediante el cual miles de casas de madera fueron sustituidas por otras de cemento. Las pérdidas en el sector agropecuario superaron los mil millones de dólares y la recuperación requirió de varios años. Los parques industriales – Haina, Herrera-, los muelles Haina y Santo Domingo- sufrieron daños graves, su modernización se impuso. La inexperiencia del país en el sistema de alerta se evidenció y las respuestas carecían de visión, se pensó en hábitat, no en localización. Se debía pensar ya, en construcciones resilientes, en reubicación y concentración de población, obras de protección con barreras vegetales, obras de contención de vertientes, diseño de viviendas en pilotes, canalización, dragado, mantenimiento de presas, retención de agua… no fue posible. El Presidente Guzmán tenía otras urgencias y el movimiento ambiental tardía en nacer.

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