Memoria e identidad del barrio

Memoria e identidad del barrio

Alguien que vivió en los barrios de Santo Domingo entre los  70’s hasta los 90’s y los ve hoy, no los reconocerá, sin duda alguna. Los clubes, la revuelta de Abril del  84, la  vuelta del Dr. Balaguer en el 86’s, son recuerdos de rebeldía, orgullo. La renovación urbana del 86’s   produjo desplazamientos de familias, desalojos  y las grandes últimas luchas. Se movilizaban los barrios, conducidos por sus organizaciones apoyadas por la Iglesia católica.

Los partidos no se inmutaban, pero las juntas de vecinos, dominadas por líderes del PRD,  acompañaban esas luchas. La UASD jugaba un papel de vanguardia, los medios respaldaban, la sociedad en general estaba atenta y solidaria. La ciudad de Santo Domingo se rebelaba, dándole identidad  a sus maltratados barrios.

La identidad,  esa  construcción histórica, que se afirma en la confrontación con  el Estado, en condiciones de desigualdad, expresa conflictos y luchas y debe ser negociada permanentemente, se estructura en la experiencia compartida, se cristaliza en instituciones y costumbres que se van asumiendo como propias. Pero, esta puede diluirse y perder su fuerza aglutinadora, por el clientelismo y la cooptación de sus líderes en particular. Por eso, una condición para la formación de identidades es la existencia de cierta perdurabilidad en el tiempo.

Los barrios populares son escenarios donde se expresan y emergen diferencias de diversa índole como la fragmentación que atraviesa la vida urbana y los conflictos propios de la sociedad. ¿Entonces qué paso -en y con- nuestros barrios? Que las políticas clientelistas, -de subsidios, bonos e integración a la burocracia estatal bajo forma de “nominillas”, de cooptación de líderes, de integración de grupos a la cogestión de pequeños presupuestos,- que solo contemplan la ampliación de espacios de representación de ciudadanos individuales, desconociendo las identidades colectivas, las subjetividades y los sujetos sociales, están fabricando barrios “desmemoriados” y sin “identidad”.

Esas políticas  solo contribuyen a una legitimación de las instituciones políticas de dominación y control absoluto (ficción democrática desde “un uso controlado de la participación ciudadana y comunitaria”), a la despolitización de las organizaciones y a su burocratización.

El clientelismo es una  dominación basada en el control social, es decir, en el poder y en su forma de expresarse, es la expresión de una relación social -vertical,- es una interacción sostenida y un acuerdo tácito entre personas y el Poder, con diferentes cuotas de poder. No se fundamenta en el respeto de derechos, es autoritaria y antidemocrática. Es, por ende, una relación de intercambio como una «relación patrón-asalariado”.

Los barrios están perdiendo su identidad y su memoria, por esas interactuaciones y compromisos cotidianos.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas