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La novela “El Coronel no tiene quien le escriba” del escritor colombiano Gabriel García Márquez es una de las obras maestras de la literatura hispanoamericana contemporánea, y el primer gran triunfo en la trayectoria narrativa del célebre novelista. Su protagonista: un coronel veterano de una guerra civil, quien espera la pensión que habrá de sacarlo de la miseria junto a su esposa enferma. Esta famosa novela es vista por algunos críticos como “un profundo canto de esperanzas pérdidas que nos sumerge en la atmósfera opresiva de un tiempo ya ido, cuando América Latina emergía apenas a la modernidad entre los restos humeantes del siglo XIX”. Las calamidades sufridas por el personaje central de esa novela se asemejaban bastante a las vividas por los militares constitucionalistas después de finalizada la Guerra de Abril de 1965 como veremos a continuación: Se suponía que con la firma del Acto Institucional y el Acta de Reconciliación Dominicana, suscrito entre el Gobierno Constitucional del Coronel Caamaño, el Gobierno Provisional del doctor Héctor García Godoy, y la Comisión Ad- Hoc de la Décima Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores de la Organización de Estados Americanos (OEA) encabezada por el perverso Ellsworth Bunker, finalizaba la etapa bélica de la Revolución de Abril de 1965. Pero, lamentablemente no fue así, pese a que el artículo ocho del citado edicto expresaba que: “Una vez instalado el Gobierno Provisional, las Fuerzas Armadas volverán a sus cuarteles y se pondrán bajo las órdenes de su Comandante en Jefe, el Presidente Provisional. Aquellos militares que hayan participado en la Guerra de Abril se reintegrarán a las Fuerzas Armadas sin discriminaciones ni represalias”. Como sabemos, a los militares constitucionalistas no se les permitió ingresar a las Fuerzas Armadas regulares ni se les otorgó pensión alguna, y como si no bastara, fueron objeto de todas clases de represalias, incluyendo la muerte, la cárcel, y el exilio. Cualquier excusa sirvió para encarcelarlos, reprimirlos, censurarlos y asesinarlos. Los doce años que se sucedieron después de finalizada la Guerra de Abril de 1965 no fueron de tolerancia ni de perdón. Más bien, eran años en que cualquier militar constitucionalista o civil combatiente podía resultar sospechoso, y en los que se había impuesto en la mente de los jefes militares de entonces la hipótesis de que los sospechosos estaban mejor muertos. Afortunadamente, no faltaron hombres que trabajaran para enderezar los excesos y recuperar la cordura. Fue en el gobierno del presidente Antonio Guzmán, trece años después de finalizada la Guerra de Abril, cuando la situación de los militares constitucionalistas comenzó a regularizarse con el reingreso a los cuarteles de varios de ellos. Dieciocho años después, el presidente Leonel Fernández dio otro paso adelante en favor de los militares constitucionalistas, ordenando el reingreso de todos ellos a las Fuerzas Armadas regulares, ascendiéndolos de rango y poniéndolos en retiro por razones de edad, como premio y reconocimiento de la insobornable lealtad de esos soldados a la legalidad constitucional.
No quisiera terminar esta entrega sin resaltar la decisión del Senado de la República de aprobar, el 28 de abril próximo pasado, una ley que declara ese día como el Día del Respecto a la Soberanía Nacional, y el 24 del mismo mes como el Día del Respeto a la Voluntad Popular en la República Dominicana. Y que, entre otras medidas, dispone pensiones a todos los militares constitucionalistas, con el rango que hubiesen tenido llegada la edad de retiro de las Fuerzas Armadas. Se da por seguro que dicho Edicto sea aprobado por la Cámara de Diputados. Esperamos que en este año, en que el gobierno del presidente Danilo Medina conmemora el quincuagésimo aniversarios de la Gesta de Abril de 1965, terminen de remediarse la situación de los militares constitucionalistas de modo que puedan disfrutar en paz junto a sus familiares los años que les restan por vivir.