Memorias de la época colonial

Memorias de la época colonial

La  sensación de recordar el esplendor de siglos pasados, llegó a su máximo nivel al entrar al convento de la Candelaria, en el Cerro de la Popa, en el punto más alto de la ciudad.  En su hermoso y florecido patio interior sentí la presencia de Simón Bolívar, de Alejandro Humboldt, quienes en algún momento se alojaron aquí. 

Cartagena de Indias posee una hermosa arquitectura religiosa que se divide según su importancia en catedrales, iglesias parroquiales y conventos cuya  construcción estuvo influenciada por los estilos arquitectónicos barroco, manierismo y mudéjar.

En el patio interior  comprendí rápidamente las similitudes de nuestras historias, conjugadas en la mágica significación vital del mestizaje de cuatro siglos, en una expresión de unidad continental con la que soñaron Bolívar, Duarte y otros prohombres, a fin de lograr “la conciencia cósmica”.

Las fruteras son una estampa de la ciudad de Cartagena. Se pasean por toda la ciudad  con sus trajes muy vistosos.  Es un aura ingenua, esa, la sonrisa de las fruteras, muy distante de los cantos de guerra en los palenques, desde donde lucharon sus antecesores. La foto fue tomada frente a la plaza Bolívar, y a dos cuadras está la “calle de La amargura”, lugar donde llegaban engrillados desde el África los esclavos.

Desde la altura en la montaña, retraté la llegada de un barco, en una hermosa vista con el  Atlántico de fondo, “vi” la llegada de los piratas y filibusteros. En un balcón del convento sentí una gran nostalgia: escuché  en mi interior el retumbar de los tambores y el “chischiqueo” de las maracas, pensando que somos una sola América que merece mejor suerte, pero nos queda un largo trecho para lograr al hombre cabal, digno. 

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