Memorias de Ladislao

Memorias de Ladislao

-En muchas ocasiones escuché a mi madre hablar de las injusticias políticas que sufrían los húngaros. Se quejaba amargamente de los consejeros políticos de los Habsburgo, de los abusos de los empresarios austriacos. Creo que ella oía parecidas quejas de la boca de su madre. También mi padre me contaba historias acerca de los atropellos que cometieron en España los fascistas y los comunistas. Todo concluía en los odios y crímenes que engendra la política. Al crecer y asistir a la universidad conocí por propia mi cuenta la política atroz de los rusos, de los alemanes; la Segunda Guerra Mundial produjo en mi país miserias y muertes, sufrimientos a montones.

-Después de 1945, terminada la guerra, comenzaron en Europa los problemas de la ocupación militar por tropas de cuatro países; y las pugnas entre norteamericanos y soviéticos. En esa época “agentes de la seguridad del Estado” reprimían a los estudiantes en casi todos los países de Europa oriental. Salí de mi país con la idea de escribir un “Memorial del siglo XX”: narración, reflexión y descripción de los horrores de dos guerras mundiales y cuatro revoluciones. En todas partes los hombres se matan defendiendo intereses contrapuestos; nosotros, además, nos matábamos por sostener visiones divergentes de la historia humana. A veces las luchas ideológicas pueden ser peores que los enfrentamientos religiosos o económicos.

-Al llegar a los Estados Unidos empecé a conocer otro mundo. Una sociedad no totalitaria, con libertades públicas, prácticas democráticas, notables facilidades económicas para académicos docentes e investigadores en ciencias aplicadas. Trabé relaciones con algunos escritores recalcitrantes que me hicieron ver la dureza del mercado, la impiedad del capitalismo. Uno de esos escritores marginales me mostró parte de su obra, la cual redactaba en un rollo de papel que colgaba de la pared del cuartucho donde vivía.

-En esa habitación tenía la cama, el refrigerador, el televisor y la estufa; y cientos de botellas de cerveza vacías. No me sentí bien en medio de un gran “mall” lleno de mercancías, sin dinero en el bolsillo. Entonces decidí viajar otra vez a mi país. La autoridades húngaras, en ese momento, eran hostiles a los profesores que mostraban alguna independencia intelectual. (Ubres de novelastra; 2008).

 

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