Memorias de muertes naturales en menores

Memorias de muertes naturales en menores

Desde el momento de la concepción se inicia una lucha biológica en donde la transformación continua y progresiva del ser es la constante de vida, proceso que indefectiblemente concluye con la muerte. Todos nos negamos a morir, batallamos, llegando incluso a aceptar el deceso de los demás, pero cuán duro y angustioso saber que la próxima defunción en turno es la nuestra. Generalmente aceptamos como normal que un anciano se despida del mundo de los vivos; sin embargo, sorprende con desagrado el repentino fallecimiento de un adulto joven.
No conozco de escenario más estremecedor que el de una desconsolada madre llorando la temprana partida de un niño con el que volaron sueños, fantasías y quimeras de un mañana convertido en un mar de lágrimas. Analizar las autopsias en más de un millar de niños y adolescentes es un acto penoso y deprimente, especialmente cuando se comprueba que muchas de estas defunciones eran evitables.
El recuento seriado de 1013 necropsias realizadas en el Instituto Nacional de Patología Forense entre los años 2010 y el 2015 arroja datos interesantes acerca de la causa básica de muerte. 831 defunciones equivalente al 82% ocurrieron antes de que estos infantes vieran su sexto cumpleaños. Las restantes 182 muertes sucedieron entre los 7 y 17 años. En el 63% del total eran menores de doce meses. Se estima que cerca del 20% de todos los embarazos son abortados de modo natural.
La mortalidad infantil alcanzó su máxima expresión en el primer año. Las infecciones gastrointestinales, respiratorias, o sistémicas, seguidas por la prematuridad representaron la causa principal de muerte. En menor proporción contribuyeron de manera directa los defectos congénitos cardíacos. A estos le sigue toda una gama variada de enfermedades entre las que se incluyen la desnutrición y los tumores.
¿Qué valor para los vivos tienen estos escalofriantes números fúnebres? ¿Para qué sirven los resultados de más de mil autopsias pediátricas llevadas a cabo en una sola institución durante 72 meses consecutivos? Pudieran verse como un indicador que nos señala por donde anda la fatal tragedia infantil nacional. Ayudarían a desarrollar sabias políticas sanitarias orientadas a reducir las cruces de menores en nuestros cementerios. Contribuirían a reducir la dimensión del océano de lágrimas que por décadas vienen derramando muchas madres dominicanas. Que una gran proporción de los velorios se hacen en los hogares pobres citadinos; eso es cierto, pero ¡cuidado!; hay países pobres con una mortalidad infantil menor a la de muchas naciones ricas. El modelo asistencial curativo, ya totalmente privatizado, está gastado y desacreditado por su ineficiencia y su carácter inhumano.
La atención primaria con énfasis en la garantía de la salud familiar, el cuidado real, eficaz, eficiente y oportuno de las embarazadas, el parto, el recién nacido, neonato y menor de un año significan una de las mejores inversiones a favor de la vida. Promover la salud y prevenir las enfermedades son acciones presentes impostergables.
Invertir en salud más que en enfermedades es lo que el pueblo necesita aunque no lo demande. Apostemos a una niñez sana y alegre para beneficio presente y futuro de todas y todos.

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