Menores “limpia cristales” viven un drama diario en calles de Puerto Plata

Menores “limpia cristales” viven un drama diario en calles de Puerto Plata

PUERTO PLATA. Un verdadero drama humano constituye observar a grupos de niños y adolescentes que por unos cuantos pesos “limpian”  cristales de vehículos en calles y avenidas de esta ciudad, muchas veces aguantando boches y malas palabras de parte de conductores que se molestan con sus embestidas.

No han sido una ni dos las veces que estos niños y adolescentes son rechazados por conductores de vehículos, públicos y privados, cuando estos  intentan limpiar los cristales delanteros y traseros de sus vehículos.

Este es un problema social que a simple vista parece fácil de resolver, pero en el fondo se complica, dada la marginalidad social en que desenvuelven su vida estos muchachos.

Grupos de estos menores realizan esta faena en busca de unos cuantos pesos; otros, en cambio, para obtener algunas ganancias para luego “darse un pase de droga, porque muchos de ellos son parte de la legión de piperos que abundan en las calles de esta ciudad”.

A estos niños y adolescentes se les ubica  diariamente debajo de los semáforos  de la avenida Manuel Aurelio Tavárez Justo (Manolo), por la cercanía a la entrada del sector Padre Las Casas  y el hospital público Ricardo Limardo.

En su mayoría   no asisten a las escuelas, son iletrados, aunque otros, en cambio, “abandonaron a temprana edad las aulas, para salir a las calles a ‘buscársela’, porque la situación económica está dura y sus padres no pueden mantenerlos económicamente”.

El drama.  Carlos Reynoso, un profesional del derecho que trabaja en casos en los que  participan menores, dijo que este problema preocupa a la sociedad puertoplateña, “porque constituye una fea portada para los visitantes nacionales y extranjeros que llegan a este destino turístico”.

Reynoso sostuvo que no es raro el día y el momento en que estos menores “limpiavidrios se enfrascan a pelear en plena calle por disputarse la cantidad de vehículos a los que pretenden lavar sus cristales, con el propósito de ganarse unas cuantas monedas, e incluso se han provocado heridas de forma recíproca, y en vez de comportarse como seres humanos civilizados se constituyen en fieras”.

Por su lado, Juan Antonio González, padre de uno de los niños que realiza estas labores, manifestó que reconoce el peligro que corre su vástago al dedicarse a esas labores.

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Pablito

Pablito, uno de estos niños, quien lleva más de un año en estas labores, desde que comienza a rayar el alba hasta el ocaso del sol, narró que su padre, cuyo nombre no reveló, lo abandonó junto a su madre y otros dos hermanitos menores que él, por lo que para poder subsistir “debo trabajar en la calle limpiando cristales”.

Indicó que se ha ausentado de las aulas escolares porque invierte su tiempo en estas peligrosas labores, en las que   enfrenta el acoso de sus compañeros y el desprecio de algunos conductores.

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