Menores y prevención

Menores y prevención

En nuestro país hay muchos menores de edad que viven en circunstancias especialmente difíciles.

Un indicador que permite hacer esta afirmación es el número creciente de muchachos de corta edad involucrados en crímenes y delitos.

Otro indicador es el alto índice de deserción temprana que predomina en las escuelas, particularmente las del Estado.

Sumemos a esas variables el auge de la disolución de la unidad familiar, que en estos tiempos tiene niveles escandalosos.

Las entidades que se dedican a la rehabilitación de adictos a drogas han expresado alarma por el alto número de menores iniciados en el vicio.

Especialistas en sicología también han notado el aumento de los casos de menores que deben atender por trastornos conductuales causados por drogas. En fin, tenemos un número alarmante de menores que viven en circunstancias difíciles, algunas extremadamente difíciles.

-II-

Un temor que tienen algunos especialistas en materia de Derecho es que los grados de protección garantizados por el Código del Menor estimulan retorcimientos de la conducta a corta edad.

Esta apreciación no parece caprichosa, si se toma en cuenta la predilección que tienen por los menores de edad los cabecillas de bandas criminales y traficantes de drogas.

Se habla de que hay bandas que reclutan niños de hasta ocho años de edad y los entrenan en manejo de armas y habilidades criminosas. Los utilizan como mulas para trasiego de drogas, para ubicar potenciales víctimas, para cometer robos y asaltos y otras tareas similares.

Repetimos que los índices de participación de menores en actos ilegales detectados por las autoridades policiales y judiciales permiten colegir que hay también altos índices de reclutamiento y estímulo.

-III-

El sentido práctico debe indicarles a las autoridades que para diseñar una buena política de prevención del crimen tiene que tomar muy en cuenta, quizás en primer orden, el alto número de niños en circunstancias especialmente difíciles.

Se debe partir del criterio de que cada menor de edad que se rescate de las garras del crimen y las drogas devuelve al hogar y a la sociedad una vida que puede convertirse en útil y en multiplicador de enseñanzas de bien.

Desde luego, hay que tomar decisiones que a muchos les pueden parecer crueles, pero es obvio que la responsabilidad de menores en crímenes y delitos tiene que ser severamente castigada, sobre todo en los casos en que se compruebe que el inculpado actuó con convicción de causa y discernimiento.

Hay que tratar de contener la deserción escolar y establecer medios para involucrar a los padres en esta tarea.

Es preciso darle seguimiento a los menores que vagan y a las circunstancias económicas y familiares que rodean su estatus.

En fin, hay que emprender un plan permanente de rescate de menores en circunstancias especialmente difíciles.

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