Como espacio exclusivo y ventajoso de un oficialismo preñado de recursos y presente en la competición electoral, la palaciega reunión con la prensa denominada La Semanal está sirviendo -aunque no fuera ese el fin al crearla- para que el candidato presidencial del Partido Revolucionario Moderno, presidente Luis Abinader o quien hable en su nombre, resulte los lunes la voz más alta de la República al servicio de su propia causa, gubernamental pero también política y partidaria inevitablemente. Un imponente edificio de Gascue, expresión del dominio abrumador sobre la Cosa Pública convertido en los hechos en tribuna para que el candidato presidencial del PRM difunda hacia los cuatro vientos la incesante narrativa que le ocupa trajeando de aspirante a la reelección y que luego masivamente es repetida por todos los medios posibles, incluyendo los pagados por el Estado. La preponderancia aquí descrita que logra un contendiente que va hacia la justa de mayo es negadora de equidad; y como esto no ha pasado desapercibido para la sociedad civil, viene al caso que desde ella se solicite al primer mandatario poner en pausa, hasta después de las elecciones, la recurrencia del referido encuentro periodístico.
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Al mismo tiempo, procede reprochar como inexcusable que el Gobierno haya incumplido el mandato legal de entregar con puntualidad en años de elecciones importantes recursos de financiación a los partidos concurrentes, flujos que escapan a las competencias de la JCE.