Mensaje de Editora

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“Dejad que los niños vengan a mi y no se lo impidais, porque de los que son como estos es el Reino de los Cielos”. Mateo 19, 14

Mientras somos niños, transitamos la vida con absoluta libertad, plenamen­te confiados en que nuestros padres están a cargo.

El peligro o la ansiedad no existen, porque no hemos sido manipulados por el miedo, el temor, la incredulidad o la falta de fe. Esa dulce sensación que nos permite lanzarnos al supuesto peligro, convencidos de que los brazos amorosos del padre o la madre están ahí para recibirnos y acunarnos en sus brazos, es el estado perfecto, donde la inocencia, la ingenuidad y la ternura, están sobre todas las cosas.

¿Quién no quisiera ser un niño nuevamente? Por­que sin lugar a dudas, ser niño es lo más cercano a los ángeles y a Dios de que disponemos los hu­manos. Sus caritas angelicales, sus dulces sonrisas, sus abrazos y manifestaciones de amor tan espon­táneas, son un verdadero bálsamo de amor en un mundo convulso. Basta mirarlos, tenerlos cerca, escucharlos, sentir sus manitas inocentes sobre nuestro rostro, para que un torrente de ternura nos invada el alma. Ya lo dijo Jesús cuando clamó: “De­jad que los niños vengan a mi”, que es como deci­dir dejarnos envolver por lo hermoso e inmaculado de la vida. Pero también dijo: “…porque de los que son como estos es el Reino de los Cielos”, queriendo claramente decirnos que si tenemos un corazón tan puro como un niño, ese es un llamado también para nosotros, los adultos.

Y sin duda alguna, ¡cuánto aprendemos de esos pequeñines que nos llenan el hogar de tan sana alegria! Es por eso que si quere­mos ser mejores, nuestros maestros deben ser nues­tros chiquitines, los cuales no mienten, no engañan, no critican, y sólo saben dar auténticamente lo que su corazón les dicte. Pero además, aprenderemos de ellos la confianza, la verdadera confianza en nues­tro Padre Celestial, que se traduce en la certeza de que en los momentos más difíciles de nuestra vida, El está siempre listo para ayudarnos, si así nosotros lo proclamamos. Porque ciertamente, la paz de Dios guarda a los creyentes de la ansiedad, la duda, el te­mor y la congoja y por el contrario, la ansiedad y la preocupación, indican una falta de confianza en la sabiduría, soberanía, misericordia y poder de Dios.

Decidámonos a tener un corazón de niño, que nos permita caminar en el amor, que nos convoque a danzar con la vida, que dé paso a la es­peranza y a la ilusión, a la magia, a la fiesta, y al estallido de la más completa alegría. Pero al mismo tiempo, deleité­monos en la Palabra de Dios, llenan­do nuestro espíritu de sus enseñanzas para que podamos crecer en sabiduría y conocimiento, y de esta manera, ob­tengamos las promesas que El nos dejó para ascender a lo perfecto.

Esto no es una utopía o un cuento de hadas. Cotidianamente, nos enfrenta­mos con los retos del mundo, que nos impulsan a quejarnos, a lamentarnos, a ceder a lo imperfecto, cuando tene­mos –como hijos del Dios Altísimo- el poder para alcanzar todo aquello que proclamemos con fe. Así lo afirma Lucas 18, 27 cuando dice: “El les dijo: lo que es imposible para los hombres es posible para Dios.” Y en otra cita bíblica nos confirma: “Estaré contigo; no te dejaré ni te desampararé”. Y como estos, cientos de promesas que nos confirman que somos “más que vencedores por medio de Aquel que nos amó”.

Hoy, como un niño frente a su Padre, de­posite sus penas, sus problemas, su enfermedad, en las manos misericordiosas de su Padre Celestial. El nunca le fallará y siempre, siempre, estará atento a tus necesidades para suplirlas en abundancia, siem­pre y cuando lo hagas con fe absoluta en su poder y gracia. Agradezcamos el privilegio de ser padres y abuelos, y poder disfrutar de la cercanía e ingenui­dad de nuestros hijos y nietos, en la certeza de que es esta una etapa que pasa de forma física, pero que po­demos preservar en la sanidad de nuestro espíritu.

En nuestra portada y entrevista central de esta, nuestra primera edición especial NIÑOS, disfruten de las bellas imágenes de Nuria Piera y su hija Les­lie, un dúo perfecto de amor, complicidad y alegría. Conozca la hermosa vida maternal de esta famo­sa comunicadora y la especial complicidad de que disfrutan. Pero además, un contenido tan diverso como interesante, sobre el maravilloso mundo in­fantil, llenan nuestras páginas de color, creatividad y diversión. ¡Disfruténla!

Hasta la próxima y que Dios les bendiga.

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