La concentración anual número cuarenta de la Batalla de Fe tuvo muchas cosas interesantes que ameritan ser destacada. Una de ella fue la organización. Esto evitó el congestionamiento, tanto de los vehículos como de las miles de personas que colmaron ambas gradas del Centro Olímpico Juan Pablo Duarte. El control y permanencia de los pastores y líderes que pasaron hasta el terreno donde estaba ubicada la plataforma, también fue mantenido a lo largo de la actividad.
Consideramos que el buen manejo y la organización de una actividad cristiana es una forma de respaldar con los hechos los valores que predicamos con las palabras.
Antes de comentar el sermón no quisiera pasar por alto la participación del grupo de adoración de la Iglesia que pastorea el reverendo Jorgi Reinoso y la participación de la cantante Lilly Goodman, sin ignorar, por supuesto, la magistral conducción del reconocido comunicador Miguel Susana.
Pero lo que nos ocupa, con especial atención, es el sermón del pastor Ezequiel Molina Rosario. Lo primero que nuestro hermano hizo fue un correcto diagnóstico de nuestra realidad como nación. Tocó de forma resumida los puntos neurálgicos de nuestro quehacer cotidiano como país. Como era de esperarse, el resultado obligaba la recomendación de un adecuado tratamiento.
El pastor Molina entiende que necesitamos cambios. No solo cambios superficiales sino cambios profundos que impliquen el compromiso que una generación de relevo tiene ante los grandes y graves desafíos que plantea este tiempo. Nos dice, y esto es sumamente importante, que nosotros, la generación que mantiene aun el liderazgo no ha hecho todo lo que tiene que hacer y de la forma que debe hacerse. En este sentido, hizo un llamado para que seamos humildes y honestos de manera que facilitemos la transición a una generación joven que debe asumir el liderazgo político, religioso, social y económico.
Entre los puntos claves de este sermón se resalta que es una propuesta seria de cambios. Como hemos dicho en otras ocasiones, los evangélicos somos una comunidad de memoria, una comunidad de tradición y hábitos miméticos cuya prevalencia se apoya en una comunicación oral y repetitiva. Hoy estamos desafiado por una nueva sociedad, por la sociedad de la información y del conocimiento que también necesita la Palabra de Dios. Los evangélicos tenemos que reflexionar a partir de lo que somos y de lo que tenemos. La invitación, la propuesta de este sermón nos llama a ponernos en expectativas para facilitar un necesario e inevitable cambio de generacional.
Dice Ezequiel que la juventud es la que tiene el pandero en la mano y que es ella la que tiene que tocarlo. Apeló a los ejemplos de la Biblia. Indicó que las grandes jornadas que Dios llevó a cabo para su pueblo las cumplió llamando jóvenes, incluso destacó que la vida mas plena en realizaciones y aportes a la humanidad la vivió en solo treinta tres un joven llamado Jesús de Nazaret.
Lo importante del mensaje de Ezequiel, es el reconocimiento de que estamos en un momento de transición donde hay que ceder y facilitar los cambios. No se trata de cambiar por cambiar. Los cambios plantean desafíos. La juventud tiene que prepararse teológica y profesionalmente. Tiene que enriquecerse moral y espiritualmente y tiene que demostrar madurez, capacidad y consideración frente a una generación que ha hecho todo lo que ha podido hacer en la obra de Dios.
Es innegable que el liderazgo del mundo está en manos de la juventud. Se percibe que en los puestos de dirección de las organizaciones evangélicas los jóvenes están teniendo una importante participación. Dentro de poco tiempo tendremos toda una camada de jóvenes en la dirección de las iglesias, concilios y demás ministerios y organizaciones cristianas.
Ezequiel, el primero de Enero en la concentración numero cuarenta de la Batalla de la Fe, pudo mostrarse orondo, haciendo gala de la consistencia y preponderancia de su ministerio; sin embargo, se mostró humilde como el buen corredor que está completando su tramo y está dispuesto a pasar con gozo la antorcha para que otros la lleven al final.
El sermón de Ezequiel merece un cuidadoso análisis, una pausada reflexión y un atento seguimiento.
Felicitaciones, hermano Ezequiel Molina.