Mensaje de la Editora

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La fama, la popularidad y el éxito, son metas que casi todos los humanos acunamos en nuestro ser, algunos como útopicos sueños inalcanzables y otros pocos, como obsesiva realización personal a la que dedican todos los esfuerzos de su vida.  Sin embargo, encontrar la fama y  mantenerla, es la consecuencia de una mezcla de talento, perseverancia y carisma personal, aunque algunos suelen obviar algunos de estos esenciales ingredientes con consecuencias que en muchos casos, suelen tildar de «mala suerte». 

Excusas obvias para ocultar la mediocridad o ausencia de algunos de estos aspectos esenciales e imprescindibles para hacer realidad sus sueños.  Pero si bien esto es cierto, es igualmente verdad que muchos artistas de fama mundial no logran exhibir ese conjunto de virtudes, divorciando su talento artístico de su accionar personal, donde en muchos casos, existen cuestionables comportamientos. Porque el gusano roedor de la fama es tremendamente venenoso, si no se vacuna a tiempo con dosis cuantiosas de humildad. Así muchos que logran la fama, suelen desvirtuar sus principios y valores, hasta llegar a pensar que a través del poder que le brinda su popularidad, pueden hacer lo que les venga en gana.  Sin embargo, la fama es tan frágil y sutil como lo puede ser el estado del tiempo, y cuando las tormentas no permiten la luz del sol, las personas se cambiarán de lugar. Y la soledad, el abandono, suelen ser el golpe mórtal de los artistas.  ¿Por qué? ¿Qué ingrediente les ha faltado para lograr la ecuanimidad y la cordura? Uno muy sencillo y muy simple: la humildad.  Es ciertamente difícil encontrar a triunfadores humildes, porque muchos se disfrazan de humildad para lograr objetivos mercadológicos pero la realidad suele ser otra. Porque la humildad se pronuncia fácilmente, pero es díficil vivirla, asumirla como estilo de vida, entenderla como principio incuestionable.  Y casi siempre, sólo los grandes la poseen. ¿Curioso, no? Pero cierto. Las palabras de Lucas 14, 11,  son tajantes:  «El que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido.»  Y en otro pasaje de la Biblia, nos recuerda que «Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener, sino más bien, piense de sí mismo con moderación».  Los que así lo entienden, lo asumen y  lo viven, son ciertamente engrandecidos. Este ingrediente adicional les da la permanencia del éxito, ese constante brillo que superan en cada ritmo ascendente de su carrera artística. Y es entonces, cuando un artista sobrepasa el gusto popular para convertirse en modelo a seguir, en verdadero ícono del éxito, en ejemplares motivaciones para superarnos, cuando cada paso supera al anterior, cuando su sóla presencia sin la exhibición de su arte, es motivo de aplauso y regocijo, entonces y sólo entonces, nos encontramos con un artista trascendente. Y aquellos que lo logran, saben que cada éxito es un nuevo compromiso. Y lo asumen, con absoluta responsabilidad, porque saben que es un don y un regalo de Dios, una misión que realizan con absoluto convencimiento y gozosa entrega. 

Y nosotros, los dominicanos, tenemos el privilegio de contar con un modelo excepcional, fuera de cuestionamientos o de gustos, TODOS sin excepción, aplauden el carisma de Juan Luis Guerra y 4-40.  Es por ello que arribando a nuestra edición No.440, le rendimos un humilde tributo a este gran personaje y su grupo, aspirando emular el ingrediente que los mantiene en la cima de la popularidad, rompiendo esquemas y barreras culturales, y sirviéndole a su Dios por encima de cualquier ruidosa parafernalia.  Su  humildad a toda prueba y su inquebrantable fe, son el testimonio de su obediencia, a como bien llama Juan Luis «el dador de la música».  Por eso, sus sonidos son cada vez más puros y afinados, y arrancan gritos de alegría y voces al unísono, para entonar la sencilla y profunda poesía de sus letras. Un tributo que realizamos con absoluta humildad, convencidos de que asumimos el compromiso de ser portadores de verdades y esperanzas.

Que la disfruten, y que Dios les bendiga,

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