Mensaje de la Editora

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«El que quiera hacerse grande
entre ustedes deberá ser su servidor,
y el que quiera ser el primero, deberá
ser esclavo de los demás»
Mateo 20, 27

Hay una desaforada obsesión por conseguir poder, fama, el favor de los demás. Vivimos en un mundo donde la fama, el poder y la notoriedad abren casi todas las puertas. Es por ello que todos quieren ser líderes, todos quieren ser reconocidos, todos quieren poder, todos quieren ser jefes, y todos quieren ser famosos. Nuestro país no escapa de ese deseo colectivo. Más bien, la obsesión es mayor, porque en la medida en que se obtiene la fama, se obtiene ese poder de abrir puertas y en consecuencia, de obtener la anhelada prosperidad económica.  Políticos, comunicadores, artistas, abogados, comentaristas, en fin, casi todos, buscan el reconocimiento público a como de lugar, no importando si con ello, arrastren escándalos, propaguen mentiras y dañen reputaciones. El «divismo» les dura poco, porque obviamente, su supuesta fama está cimentada en terreno fangoso, y al menor descuido, sucumbe y se pierde. Porque sin duda alguna, todo aquel que ha sido verdaderamente grande, ha permanecido a través de la historia como tal por una sencilla razón: han sido fieles a sus principios, han derrochado su talento sin esperar aplausos, y se han entregado auténticamente a los demás sin esperar nada a cambio.  Su humildad los ha hecho grandes. Su talento real les ha valido el reconocimiento público. Su entrega ha recompensado sus afanes. Muy contrario al acelerado y vacío discurso, lleno de promesas falsas de muchos políticos, que ya no logran sembrar la esperanza en el pueblo.  Hace pues falta la entrega real, el discurso auténtico, sólo posible con un ejemplo de vida que hable por sí solo. Jesús lo expresó muy claramente a sus discípulos cuando humanamente intentaron conseguir «mejores puestos» frente a El. Fue tajante al expresar que «el que quiera hacerse grande, deberá ser su servidor y el que quiera ser el primero, deberá ser esclavo de los demás». No estaba diciendo algo imposible. Estaba hablando de sí mismo, de lo que justamente vino a enseñarnos con su propia vida. Pero, ¡qué difícil es hacer eso! Casi todos pensarán que si servimos nos presentamos como débiles o inferiores. Y que si no imponemos nuestra autoridad con claras acciones de absolutismo, no tendremos el respeto de los demás. Craso error. Sólo aquel que sabe lo que tiene, no hace grandes cosas para demostrarlo. Si eres digno de respeto, recibirás respeto. Si eres talentoso, recibirás aplausos. Si eres líder verdadero, recibirás adeptos.

Así que la clave no es «montar un show», porque muchas de las veces los actores son muy malos. Lo preferible es ser uno mismo. Hacer lo que tengamos que hacer según nuestra conciencia nos dicta. Ser honestos, generosos, fieles a nuestras creencias, solidarios y amorosos. ¿Suena utópico? Quizás si, pero pienso que no es imposible, y que todos juntos deberemos comenzar a identificar nuestros verdaderos líderes, aquellos que precisamente no nos hablen tanto de promesas vagas, sino que puedan exhibir sus cualidades, sus principios y creencias, su trayectoria de vida.  Aquellos que sin mucha bulla, logren recuperar la fe en el pueblo. Aquellos que por su conducta personal logren el reconocimiento colectivo. Aquellos hombres y mujeres con fe, con sólidas creencias, que los mantengan alejados de los peligros y tentaciones de la corrupción.  Necesitamos líderes con fe, cuya batalla no sea de ellos, sino de Dios. Una nación que se encamine con fe, logrará todo lo que se proponga. Una fe sólida en la misericordia de Dios y su bondad. Ya lo dice Santiago cuando expresa «Acérquense a Dios y El se acercará a ustedes» y si así lo hacemos, no hay dudas de que recibiremos las promesas de Dios para nosotros, tal y como expresa Isaías cuando dice: «Me ha enviado a darles una corona en vez de cenizas, aceite de alegría en vez de luto, traje de fiesta en vez de espíritu de desaliento. Serán llamados robles de justicia, plantío del Señor, para mostrar su gloria».

En nuestra portada y entrevista central, nos adentramos en el ejemplo de vida del Lic. Héctor Valdez Albizu, quien junto a su esposa Fior y su hijo Héctor Manuel, nos confirman la plusvalía del éxito. Pero además, disfruten de interesantes reportajes y un recuento especial de Dominicana Moda 2007.

Hasta la próxima y que Dios les bendiga,

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