La vida solo puede ser comprendida
mirando hacia atrás; más, sólo puede
ser vivida mirando hacia delante.
Soren Kiekyaard
La llegada de la Navidad siempre nos sorprende. A algunos de forma alegre y dinámica; a otros, afectados por algún dolor o sumidos en depresión, de manera terriblemente triste. Y es que el sentido de la Navidad se ha perdido.
Las luces multicolores, las tiendas repletas de artículos para obsequiar, las fiestas, la música y los ruidos propios de esta época del año, aluden una festividad que muchos no entienden. Tan sólo se suman a la vorágine de actividad que genera esta temporada con su consecuente stress y agobio, pero desconocen por qué lo hacen y qué tratamos de recordar cada final de año. Un correo electrónico que recibí hace unos días daba cuenta de ello. El personaje central de estas fiestas, rara vez es invitado a participar en ella. ¡Qué absurdo! Pero es cierto. Porque la Navidad es la conmemoración del nacimiento de Dios hecho hombre para salvar a la humanidad, o sea, a nosotros. No a los de aquel entonces, hace más de dos mil años, sino a la humanidad hasta el fin de los tiempos. En consecuencia, la Navidad es la fiesta del Señor, es un homenaje que le hacemos a Aquel que con su muerte nos dio la vida. Pero, ¿cuántos de nosotros le damos el lugar de primacía en estas fiestas? ¿Cuántas familias dedican la cena de Nochebuena a su invitado especial que es Jesús? ¿Cuántos de nosotros compartimos este regalo de amor dando amor a los demás? Es tiempo pues de retomar la senda de la verdadera esencia de la Navidad, que ciertamente es alegría, gozo, fiestas, regalos, luces y música, pero en cuyo centro esté Jesús, dándole sentido y gracia.
Los mejores y más valiosos regalos que podemos ofrecer están justamente en servir de modelos del amor de Dios hacia el mundo. Nuestras vidas pueden reflejar el amor de Dios y su perdón, y siempre hay alguien a nuestro derredor buscando esos regalos. ¡Seamos ejemplos dignos de imitar! Y por sobre todas las cosas, la modernidad y la prisa que acompañan al hombre de hoy, no perdamos las tradiciones familiares. Tomen el tiempo para hablar con sus hijos, para indicarles el buen camino, para sembrarles principios y valores. No importa que su mirada esté ausente si su corazón está presente. Ellos reciben esta semilla y en el momento apropiado florecerá. No se cansen de dar, no renuncien a sembrar. El mundo de hoy necesita de sembradores perseverantes.
Padres y abuelos, poseedores aún de las nostalgias de los tiempos idos, donde las tradiciones y raíces familiares eran sagrados, súmense a esta revolución del pensamiento bueno como lo llama Jacinto Gimbernard y eduquen sus familias en el amor, en la entrega, en la fe, porque ciertamente, lo que necesita el mal para triunfar, es que los hombres buenos no hagan nada. Y así como la Navidad es el encuentro con nuestro Señor Jesucristo para recordar que somos sus hijos, revestidos de todo el poder y la gracia que provienen de El, que sea también el compromiso que firmamos con nuestro entorno para lograr una sociedad más sana, pacífica y creyente.
Que esta Navidad sea el inicio de un crecimiento interior que dé frutos, que los mantenga felices no importando las circunstancias, que les traiga salud, prosperidad y paz, porque como bien nos recuerda Pablo en su carta a los Filipenses, Pongan en práctica todo lo que de mí han aprendido, recibido y oído, y lo que han visto en mi, y el Dios de paz estará con ustedes, para que podamos exclamar a todos nuestros conocidos:
Gloria a Dios en los cielos y en la tierra paz a los hombres que aman al Señor
En nuestra portada y entrevista central, compartimos una preciosa entrevista con Milagros Ruíz de Holguín-Veras, quien nos exhorta a regalar una sonrisa en Navidad. Conozca a esta joven profesional, esposa y madre ejemplar. Una mujer actual y moderna pero con sólidos principios y valores familiares de los que se siente plenamente orgullosa. Pero además, disfrute de esta edición especial de Navidad con interesantes artículos y las actividades más relevantes de la quincena.
Con nuestros deseos de que pasen una muy feliz Navidad, nos despedimos hasta la próxima entrega. ¡Que Dios los bendiga!