MENSAJE DE LA EDITORA

MENSAJE DE LA EDITORA

Unidad es una palabra que poco a poco va quedando en el escenario de lo útopico y en la esperanza sin descanso de aquellos que conservan la fe. Porque ciertamente, la unidad está despareciendo –no solo del mundo- sino también del núcleo donde forma parte esencial de su existencia, que es la familia. Aspirar a la unidad es algo que muchos creen un imposible.

Y cómo no creerlo cuando hasta las iglesias, llamadas a ser portavoces de la unidad y el amor, proclaman sus diferencias y atentan contra el amor que debe primar en todos los seres humanos. Y es que, lamentablemente, el prejuicio y el racismo permanecen con nosotros hoy, incluso en la Iglesia. Estas actitudes dañan nuestro testimonio del amor de Cristo por todas las personas. No podemos olvidar que Jesús entregó su vida para redimir a las personas de toda tribu o nación. Nosotros también debemos amar a todas las personas no importa la fe que profesen, el color de su piel, su estatus social o su pasado cuestionable. Porque así lo proclama la Palabra en Gálatas 3, 28-29: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno con Cristo Jesús.”

Y me gustaría enfatizar algo tan claro como “sois UNO con Cristo Jesús”, porque a menudo, las diferentes iglesias y movimientos religiosos proclaman que la salvación solo es para ellos, y nadie puede salvarse fuera de su entorno. Creo que esta actitud de solapada arrogancia, a veces nos sorprende sin darnos cuenta. Y es que debemos profundizar en el amor que Cristo vino a legarnos a través de su vida, muerte y resurrección. Un amor que va más allá de lo que entendemos como humanos, pero que sin dudas, podemos ir perfeccionando en el trayecto de nuestra vida hacia El.

El amor ágape es esa clase de amor que debemos sentir por la humanidad, porque es este el amor de Dios, y la forma más elevada de amor. Asi que si es de aquellos que con pasión y entrega está inmerso en su iglesia, no ceda a la tentación de juzgar a los demás, a aquellos que están en otras iglesias o a aquellos que no frecuentan ninguna. Más bien, ore con el amor ágape de Jesús, y envuélvalos con este amor que genera comprensión. Ore por unidad, unidad en la fe, porque si esto llegara a ser una realidad, el mundo tendría un ejército poderoso, capaz de derramar la gracia de Dios y ahuyentar cualquier asomo de peligro en nuestras vidas.

Tengamos presente, siempre que nos toque un encuentro con posibles diferencias, lo que dice en Romanos 14, 1: “Reciban bien al que es débil en la fe, y no entren en discusiones con él.” Porque la discusión es una puerta que abrimos al enemigo, y solo deja como resultado resentimientos, odio y rechazo. Si dice amar a Jesús, no se permita ser portavoz de desacuerdos. Más bien, que sirva su presencia o su silencio, como ola de amor que apacigua y calma las tempestades ocultas.

Finalmente, me permito compartir con ustedes, mis queridos lectores, esta meditación hermosa que nos llega de la pluma de Eileen Caddy en su libro “Abriendo las puertas de tu interior”: “Muchos seres encuentran muy difícil aceptar sus relaciones afectuosas con todos los seres humanos. Esta separación es la causa de toda la aflicción del mundo, la causa de todas las luchas y las guerras. El lugar para comenzar a poner las cosas bien está en ti mismo y en tu propia relación personal con todos aquellos con los que entras en contacto. Deja de señalar con el dedo y de criticar a aquellos con los que no te puedes  llevar bien en el mundo. Pon tu propia casa en orden. Tienes más que suficiente con arreglártelas contigo mismo, sin mortificar a tus semejantes, señalándoles todas sus faltas y errores y dónde han fallado. Cuando estés dispuesto a enfrentarte a ti mismo y poner las cosas bien en tu interior, podrás ayudar a tus semejantes simplemente con tu ejemplo, no con críticas,  ntolerancia o palabras.

Ama a tus semejantes como Yo te amo a ti. Ayúdalos, bendícelos, anímalos y ve lo mejor en ellos.”  En nuestra portada y entrevista central, deléitense con la historia de vida de Patricia Fondeur de Puig, una joven empresaria, esposa y madre ejemplar, quien confiesa convencida que servir es parte esencial de su vida. Conozcan de cerca a esta dama santiaguera, que ha encontrado en el amor a los demás, la fuente de su satisfacción personal. Pero además, en esta edición dedicada a Santiago, encontrará interesantes reportajes sobre las novedades en la Ciudad Corazón, así como las reseñas de las actividades sociales más importantes de la quincena. Hasta la próxima y que Dios les bendiga,

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