No estoy haciendo nada; sin embargo,
estoy haciendo lo más importante en la
vida de un hombre: estoy oyendo lo que
necesitaba oir de mi mismo.
P. Coelho
¡Qué difícil se vuelve hoy día encontrar paz y sosiego! La vida nos envuelve en una vorágine de actividades, muchas de ellas totalmente irrelevantes pero igualmente indelegables, para convertirnos en esclavos del tiempo. Incluso nos parece que no nos merecemos un espacio de total relajación, quizás tan simple como el silencio de una tarde esplendida sin hacer ¡nada!. Sin embargo, cada día nos cargamos de quehaceres, de imprescindibles compromisos, de trabajo, de citas, de reuniones , y eso nos hace sentirnos importantes, profesionales exitosos y ejemplos vivientes de un mundo cada vez más competitivo. ¿Qué nos mueve? ¿Nos mueve la necesidad de producir, la necesidad de probar nuestras habilidades, o la necesidad de competir con los demás? Muchas veces hay un poco de todo. Y eso no es malo. Lo refrenable es dejarnos influenciar por los demás, o por la sociedad, o por la competencia, en desmedro de nuestro yo interior, de nuestra esencia como seres no únicamente materiales. Muchas veces llegamos al filo de la noche y exhaustos nos preguntamos ¿para qué todo este esfuerzo? ¿Acaso le suena familiar? Pero ese sinsabor a veces dura lo que duran nuestros ojos para cerrarse y al día siguiente nos envuelve nuevamente la rutina asfixiante de un mundo que niega la paz, colectiva e individual. Porque ciertamente es imposible que aspiremos a la paz colectiva sino somos capaces de lograr la paz individual. Y esa paz está muy lejos del hombre y la mujer de hoy, movidos por la ambición, asfixiados por la codicia, envueltos en una carrera desenfrenada sin rumbo fijo. Es tiempo de aquietarse, de permitirnos ser flexibles, incluso con nosotros mismos. De querernos y mimarnos un poco, combatiendo el falso compromiso con nuestro yo exterior en desmedro de nuestro yo interior. Un yo interior que tenemos asfixiado y acorralado, sin posibilidad de crecimiento, olvidándonos de que nuestra vida exterior y nuestra manera de vivir son un reflejo de nuestra vida interior. Es necesario pues, que todos los seres encuentren tiempo para aquietarse y reflexionen sobre lo que hay en lo profundo de su interior, en las cosas que importan en la vida, en lo que hace que tu vida sea lo que es, en los caminos del Espíritu. No importa cuan atareado sea tu día. Esos momentos de quietud imprescindibles son el verdadero soporte de nuestra vida. Muchas veces en ellos encontramos la respuesta a nuestros desaciertos y hacemos ajustes en nuestro ritmo de vida para lograr el equilibrio y la armonía que nos hace felices. La prioridad es la clave. Prioridad en lo verdaderamente importante, sin dejar todo lo demás que llena nuestra vida de diversidad y exquisita entretención. Pero hay que aprender a relajarse, a como dice una querida amiga tomar vacaciones de minutos. Esos placidos momentos de ocio, son intensamente productivos, porque nos hacen recapacitar y entender que la vida es mucho más que trabajos y retos profesionales. Que de nada nos valen los más altos estandares de conocimiento académico si aun estamos en el maternal de nuestra vida interior, de nuestra vida espiritual. Ese desequilibrio produce las terribles depresiones en aquellos que supuestamente lo tienen todo. Produce el vacío en personas llenas del éxito mundano y ajenas totalmente a su ser espiritual. Porque como dice Coelho Trabajar es una bendición cuando nos ayuda a pensar en lo que estamos haciendo; pero no cuando su única utilidad es evitar que pensemos en el sentido de nuestra vida. Y eso nos pasa tan frecuentemente que lo hemos adaptado a nuestra rutina como algo natural. Sin embargo, dice Coelho que en la búsqueda, como en todo lo demás, la acción y la inacción son de idéntica importancia. Y es tan cierto que sólo me permito sugerirle probarlo, a través de esta hermosa meditación del libro de Eileen Caddy Abriendo las puertas de tu interior:
No te sientas agobiado por tu egolatría, de manera que pierdas todos los prodigios de la vida.
Vive todas sus bellezas y maravillas. Anda con los ojos bien abiertos y aprecia toda la hermosura que te rodea.
Toma un día por vez y aprecia ese día al máximo.
Que cada momento esté lleno de amor y agradecimiento.
Aprende a controlar tus pensamientos para que sean solo de armonía, de belleza y de amor. Una vez que tus pensamientos positivos estén bien afirmados, automáticamente verán el bien en cada situación.
Sólo entonces podrás relajarte y estarás en contacto con la alegría y la libertad del Espíritu.
Disfruten del contenido de esta edición especial que recoge los detalles más relevantes de la celebración de nuestro décimo aniversario y las actividades más relevantes de la quincena. Hasta la próxima entrega y que Dios les bendiga.