Corrige a tu hijo mientras aún hay esperanza;
no te hagas cómplice de su muerte.
Proverbios 19,18
La disciplina en el hogar parece estar en crisis. El resultado lo vemos en las calles, en la violencia, en el desenfreno, en la ausencia del respeto más elemental, en la falta de pudor, en el libertinaje sexual, en fin, en el puro reflejo de una sociedad que ha perdido el control. Reglas, leyes, disciplina. Palabras que se quedan en sólo eso: palabras. Y la acción se engaveta, se olvida, se transige, se doblega, como si la comodidad de ser indiferentes nos relevara el compromiso de ser responsables. El padre de hoy es un padre ausente. Un padre que delega la corrección de sus hijos a la madre, a los profesores, a la escuela, que si bien juegan un papel importante en este tenor, no permiten que se asimile la reprimenda. El padre de hoy, no quiere ser el ogro y eso está bien, pero tampoco puede ser el pana de sus hijos porque en algún momento tendrá que implementar una regla, un no, una disciplina, que automáticamente va a romper esa magia. Un padre puede ser amigo de sus hijos, pero la bien entendida amistad conlleva juicio y rigor, verdad y solidaridad, consejo sano y posiciones firmes. El padre de hoy ha malinterpretado la función de padre y quizás en el rechazo de lo que fueron los suyos, implementan una política que en nada aporta a la salud emocional de sus hijos. Los hijos deben y necesitan sentir autoridad, respeto, integridad. Y eso sólo lo da el padre. La disciplina es su arma y el amor sus municiones. Aprender a usarlas con equilibrio y precisión, es el éxito de una armonía familiar saludable.
Hoy que se habla de hombres metro-sexuales, y el sexo masculino ha agregado la estética a su forma de vida, no es el momento de descuidar su primaria misión en el seno del hogar, de ser la imagen de la autoridad, de la expresión del don de mando, del vigor y la justicia. Ese papá al que se acude en el temor y la alegría, en la duda y la confusión, en la búsqueda del sabio consejo, en la increíble sensación de abrigo y apoyo cual árbol frondoso en cuya sombra descansamos. Pero si algo ha fallado en el seno familiar es justamente la pérdida del control, la ausencia de la disciplina. Bien lo enfatiza la Palabra en Proverbios 1, 8: Hijo mío, escucha las correcciones de tu padre y no abandones las enseñanzas de tu madre. Adornarán tu cabeza como una diadema; adornarán tu cuello como un collar.
Pero resulta difícil corregir cuando la ausencia de reglas ha permitido el descontrol de los hijos, cuando los regalos fáciles han sido otorgados como premios sin esfuerzos, cuando las semillas de los valores esenciales han sido regadas en la roca. Entonces, cuando sobreviene la tragedia, los padres se abruman, se sorprenden y muchos no entienden por qué Dios les ha enviado tal dolor. Pues Dios sólo les ha enviado la dicha de unos hijos, y les ha pedido que sean sus guías, sus modelos a seguir. Les ha dado la misión de instruirlos en el camino del bien, de alejarlos del mal, de protegerlos y educarlos. Y todo eso, solo se consigue con reglas y con amor. Y con un ingrediente muy importante: con perseverancia. Siempre he dicho que no podemos cansarnos de ser padres. Que aunque no veamos reacciones positivas en las conductas de nuestros hijos, no nos desanimemos. Si sembramos bien, bien cosecharemos. En Proverbios, encontramos miles de ejemplos que nos confirman que la disciplina es la fuerza que forma el carácter, como el que afirma: No dejes de disciplinar al joven, que de unos cuantos azotes no se morirá. Dale unos buenos azotes, y así lo librarás del sepulcro. Pero si bien la disciplina es importante, lo que jamás debe faltar es el amor. Y no hay dudas que la vida moderna también atenta contra esta impostergable necesidad de prodigar amor a nuestros hijos, no para saciar nuestra propia necesidad, sino la de esas criaturitas que empiezan a formar sus emociones y requieren del amor como medicina insustituible.
En nuestra edición especial con motivo del Día del Padre, les presentamos en portada y páginas centrales, un simpático reportaje sobre Padres amorosos, ¡abuelos derretidos!, reconociendo el gran valor de los abuelos en el proceso de las familias. El doctor Felix Escaño, el maestro del lente Héctor Báez y el neurólogo José Silié, estrenan sus facetas de abuelos derretidos, sin dejar de lado la inmensa satisfacción de seguir siendo padres amorosos. Pero además, una entrevista exclusiva con Ricardo Arjona, será el deleite de todos los que siguen a este talentoso artista, así como interesantes reportajes y las más importantes actividades de la quincena, harán que disfruten intensamente de esta edición.
Con nuestras felicitaciones a todos los padres, sólo nos resta despedirnos hasta la próxima y que Dios les bendiga,