Mensaje Editorial

<P>Mensaje Editorial</P>

Lo mal hecho siempre ha existido. En todos los tiempos y lugares. El ser humano insiste en engañar y hacer trastadas a hurtadillas, siempre tratando de aparentar lo que en realidad no son. 

 Nuestra sociedad no escapa de ello, y aún más, se escuda en la falta de oportunidades que abunda en los países tercermundistas, para «justificar» la deshonestidad y para que la corrupción se matize de justicia social.  Otros justifican acciones deshonestas en la absurda posición de «todos lo hacen», como si con ello se limpiaran de culpa. Pero, aún aquellos que no les toca de momento el juicio público por acciones bien artimañadas, o que aún  no se hayan descubierto, tienen el terrible peso del juicio individual de nuestro Padre Celestial, de quien, como dice la Palabra «ninguna cosa creada escapa a la vista».  Pero también hay personas que se acostumbran a sus faltas y en poco tiempo, las confunden con virtudes. Esos abundan y absurdamente exhiben su «honorabilidad» como modelo.  Modelos de barro y de falsos cimientos que no pueden permanecer en las tempestades de la vida.  Porque para ser honesto se necesita mucho más que principios. Se necesita fe y valentía. Se necesita ser hacedor de lo que se cree. Se necesita ser probado en la tentación de la abundancia o en la oscura noche de la tragedia. Se necesita ser primero que nada, honesto con lo que cree, para ser entonces fiel a sus creencias.

¿En qué cree usted? ¿Acaso piensa, como muchos, que este mundo nadie lo cambia? ¿Qué la humanidad es y seguirá siendo corrupta?  Yo pienso que los que asi piensan, se suman a la mediocridad de no hacer nada.  Porque, como bien dice Paulo Coelho «Es más cómoda la mediocridad de ser simplemente «uno más», que la lucha por mostrar todo aquello que somos capaces de hacer con los dones que Dios nos dió.»  Y estos dones son abundantes y poderosos. Solo que no lo sabemos, y en consecuencia, no los usamos.  Porque «En las manos de cada persona Dios colocó un don: el instrumento que El usa para manifestarse al mundo y ayudar a la humanidad». ¿Sabe usted cuál es el suyo? ¿Lo está usando?  Es tiempo. No podemos postergar la decisión de aportar a un mundo mejor haciendo sencillamente ¡lo correcto! Olvídese de aquellos que lo hacen mal y aparentemente les va bien y nada les pasa. Siga haciendo el bien. Porque como expresó en su momento Martin Luther King «No nos escandalizan los actos de la gente mala. Nos duele el silencio de la gente buena».  Empuñe la espada de la verdad, del trabajo honesto, de la generosidad, de la fortaleza, y ¡decídase a unirse a esta legión de hombres y mujeres de bien, por un mundo mejor!

Pero si le parece demasiado difícil, los invitamos a leer nuestro reportaje de portada, donde confirmamos, a través de la entrevista a Nelson Espinal Báez, que sí existen personas trabajando para el bien. Disfruten esta enriquecedora entrevista a «un líder con luz inagotable», mientras los invito a meditar esta sencilla oración:

«Señor, ayúdame a decir la verdad delante

de los fuertes y a no decir mentiras para

ganarme el aplauso de los débiles.

Si me das fortuna, no me quites la felicidad.

Si me das fuerzas, no me quites la razón.

Si me das éxitos, no me quites la humildad.

Ayúdame siempre a ver el otro lado de la moneda.

No me dejes culpar a los demás por no

 pensar igual que yo.

Enséñame a querer a la gente como a mí mismo.

No me dejes caer en el orgullo si triunfo, ni en la desesperación si fracaso.

Enséñame que perdonar, es lo más grande del fuerte, y que la venganza es la señal

primitiva del débil.

Si yo faltara a la gente, dame valor para

disculparme, y si la gente me faltara, dame

valor para perdonar.

Señor, si yo me olvido de ti, nunca te olvides de mi.»

Disfrute del contenido de esta edición, dedicada a Santiago de los Caballeros, y deleítese con los interesantes reportajes desde la bien llamada «Ciudad Corazón».

Hasta la próxima y que Dios les bendiga,

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