Mensaje Editorial

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Alargar la vida es uno de los grandes retos de este siglo.  Una vida, que al mismo tiempo, cuente con la energia propia de la juventud y Àpor quŽ no?, con la apariencia postergada de los a–os mozos. Toda una ilusión y un sueño, que en muchos casos responde a realidades palpables y en otros a patŽticas caricaturas que evocan lo que ya no es.

Sin embargo, todas las tendencias de moda invitan a llevar una vida saludable, a alimentarse de forma inteligente, a realizar ejercicios, y paralelamente, a echar mano de las infinidades de ofertas que invitan al rejuvenecimiento facial y corporal, y que incluyen lo que hace algun tiempo parec’a imposible: hacer crecer cabello a los calvos. Nada más rejuvenecedor que esto. Pero todo este esfuerzo material, no lograr‡ los resultados anhelados, si no est‡ acompa–ado de un verdadero gozo interior, que por supuesto implica, ese rejuvenecimiento del alma que nos da el poder de la fe.  Porque ciertamente todos estos avances estŽticos son un gran logro de la ciencia, pero hace m‡s de 2000 a–os, Sarah, la esposa de Abraham, con 90 a–os y estŽril, pudo alumbrar un hijo, amamantarlo y criarlo, en base a su fe.  Porque el mayor recurso con que hemos contado siempre, ha sido precisamente el poder de la fe. Algo que olvidamos y obviamos de forma descarada o ignorante, sin darnos cuenta de que confiando plenamente en Jesœs, podemos obtener todo aquello que anhelamos, incluyendo esas peque–as cosas materiales que muchas veces asumimos como simples vanidades.  Porque sin lugar a dudas, aspirar a tener suficiente energ’a hasta en los a–os m‡s avanzados de nuestra vida, es una sana aspiraci—n que nos permitir‡ cumplir con nuestra misi—n en la tierra.  Muchos hoy exhiben este privilegio de seguir siendo œtiles a la sociedad en avanzada tercera edad, y aœn m‡s, dando lo mejor en esta etapa de sus vidas a la que muchos renuncian tir‡ndose al abandono u olvidando que Cristo nos fortalece en todo momento, y como bien expresa en su promesa, renovar‡ nuestras fuerzas. 

Pero es bueno apuntar que todo esto es posible cuando se manifiesta nuestra voluntad de alcanzarlo, porque como bien expresa Coelho «La fŽ no es un deseo. La fe es una voluntad. Los deseos siempre son cosas que se rellenan; la voluntad es una fuerza. La voluntad cambia el espacio que est‡ a nuestro alrededor.»  Usted puede cambiar su vida presente, y en consecuencia, asegurar una vida futura con calidad y la suficiente energ’a para aportar hasta el final de sus d’as. Porque cada uno de nosotros tiene un don, colocado por Dios como regalo y gracia. Y este don, es el instrumento que El usa para manifestarse al mundo y ayudar a la humanidad.  Asi que Áusemos nuestro don hasta el final! Y si aœn no lo ha descubierto, nunca es tarde para hacerlo. Descubrirlo amerita coraje, valent’a y la ilusi—n que acompa–a el ingreso a lo nuevo. Y es que es necesario cerrar etapas para acudir a otra. Y muchos se niegan a hacerlo, y arrastran hasta el final de sus d’as una pesada carga de tristezas, de problemas, de fracasos y de frustraciones, que sin dudas, se traducen en enfermedades y dolencias f’sicas. Asi que, Áaprenda a cerrar etapas!, y como dice Coelho, «siempre hay que saber cuando una etapa llega a su fin. Cerrando ciclos, cerrando puertas, terminando cap’tulos; no importa el nombre que le demos, lo que importa es dejar en el pasado los momentos de la vida que ya se han acabado».  Si hace eso, estar‡ l’gero y libre para recibir las mœltiples bendiciones que acompa–an sus anhelos. CrŽalo y trabaje con af‡n y pasi—n en lo que le guste hacer.

En nuestra portada y entrevista central, les presentamos a todo un fenomeno de popularidad en el mundo: Julio Iglesias, un verdadero ’cono de la canción rom‡ntica de todos los tiempos, quien nos confiesa que hoy, despuŽs de 40 a–os en el arte, siente la misma pasión y entrega que el primer día.

Pero adem‡s, interesantes reportajes y nuestras siempre variadas actividades sociales, los llevar‡n por un recorrido interesante y divertido del palpitar social dominicano.

Hasta la proxima entrega y que Dios les bendiga,

Maribel

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