Mentalidad monopolista

<p>Mentalidad monopolista</p>

HAMLET HERMANN
Cuando alguien habla de monopolio se refiere a una situación de mercado en la que un solo suplidor controla la oferta del producto o el servicio. Como regla, aquel que disfruta de una posición monopolista, obtiene tantos beneficios como quiere ya que no tiene competencia. De ahí que, por naturaleza, la mentalidad monopolista siempre menosprecie la calidad y se regodee en el privilegio, en el facilismo, en la autoindulgencia y en el abuso. Mejorar el servicio o el producto no ofrece ganancias mayores que las que la exclusividad del servicio le ha producido. De ahí que el monopolio signifique estancamiento del progreso. Y es por eso que, cuando surge un competidor ofreciendo un producto semejante y, quizás, de mejor calidad, el monopolio pierde la compostura y se violenta porque se atenta contra sus eternos privilegios. En ese momento se evidencia el monstruo en su verdadera magnitud.

Ejemplos de situaciones de esta naturaleza han ocurrido en el mundo de las telecomunicaciones. Mientras corrían los tiempos de una sola empresa de teléfonos, la exclusividad obtenía las ganancias que quería. Pero luego vino el avance de la tecnología; los inalámbricos, los satélites y los teléfonos celulares. Surgió una empresa competidora, luego otra y otra provocando que el mercado del monopolio se repartiera. Acostumbrado a tenerlo todo, el monopolio enfureció y levantó obstáculos aparentemente insalvables contra la naciente competencia. Pero la tecnología y la verdadera modernidad contribuyeron a salvar los obstáculos. Hoy tenemos mejores servicios de telecomunicaciones gracias a que la competencia cumplió con su rol diversificador. La mediocridad ha quedado atrás y cada empresa ha obtenido un pedazo del pastel que el monopolista acaparaba totalmente.

Pero la mentalidad monopolista no se da sólo en el mundo de los negocios. También en la política nacional se da esa situación. Bosch y Balaguer, cada uno un caudillo a su manera, fueron políticos con mentalidad monopolista. Ellos lograron presentarse en sus respectivos partidos como la encarnación de todo lo positivo que se hacía. Sólo ellos tenían derecho a decidir, árbitros indiscutibles que se nutrían de las ideas de los demás sin reconocerles el crédito correspondiente. Apostaban a la mediocridad, de ahí que evitaban hasta el máximo tener a su lado a personas con criterio propio y de libre pensamiento. Aquellos que osaran contradecir a la mentalidad monopolista del líder tuvieron siempre los días contados dentro de sus respectivas organizaciones. Desaparecidos los caudillos, no debía sorprender entonces la indigencia política prevaleciente hoy en lo que quedó de sus partidos ni asombrarse por la degeneración a que éstos han llegado.

Hoy presenciamos el surgimiento de Danilo Medina como aspirante a la nominación presidencial por el gobernante Partido de la Liberación Dominicana (PLD). Rompe así el evidente monopolio que, hasta ahora, ostentaba el Presidente de la República. Muchos supusieron que un hombre como Leonel Fernández, a quien la mayoría de los dominicanos le supone un carácter equilibrado, mantendría la compostura y aceptaría como derecho inalienable las aspiraciones de Danilo Medina. Pero no parece haber sido así. La mentalidad monopolista se ha hecho evidente entre los funcionarios gubernamentales y Danilo Medina sabrá ahora lo que es un peine en cabello malo. Contra él se levantan ya obstáculos aparentemente insalvables y las riquezas que aporta la administración del Estado se distraerán una vez más para destruir sus aspiraciones. Danilo Medina podrá no tener recursos materiales para vencer al poder del Presidente Fernández, pero demuestra con su actitud que creyó en la palabra empeñada por su compañero. Sin embargo, todo parece indicar que el monopolio partidista no quiere compartir el pastel y se obstina en seguir disfrutando de un mercado sin competidores.

Tiene sabor a chantaje cuando algunos alegan que el PLD va a desaparecer porque Danilo Medina aspire a la postulación presidencial. Que nadie se llame a engaños: el PLD se fortalecerá de esta situación si no es que la mediocridad se obstina en aferrarse al monopolio. Si el PLD resultara lesionado es porque la mentalidad monopolista se obstinará en continuar disfrutando de los privilegios que la ausencia de competidores le permitía.

Tal como ha ocurrido con otras áreas de la economía nacional, el monopolio parece estar perdiendo la compostura y se violenta porque alguien atenta contra sus eternos privilegios. Y como históricamente ha ocurrido, la mentalidad monopolística no prevalecerá por siempre porque los avances de la vida y de la sociedad no pueden ser detenidos. Menos ahora cuando las fuerzas más conservadoras del continente americano están siendo retadas y a veces vencidas por los pueblos.

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