Mentira y estrés, una relación más que probable

Mentira y estrés, una relación más que probable

Efe. Reportajes. Aunque a muchos les parezca lo contrario, cada vez que decimos una mentira estamos incrementando nuestro nivel de estrés y fatiga. No decir lo que realmente pensamos a nuestros familiares, amigos o compañeros de trabajo nos aísla en lugar de resolver un problema. Frente a esta actitud tan común, un psicoterapeuta norteamericano propone, en un libro de autoayuda, disciplinarse en el ejercicio de la verdad como método de liberación.

El estrés y la fatiga no proceden de nuestro entorno, como muchos erróneamente habían pensado. Es consecuencia de una especie de jaula mental que nos creamos a veces por culpa de la perversa costumbre de mentir. Cuando no decimos realmente lo que pensamos a nuestros familiares, amigos o compañeros de trabajo, estamos dando una vuelta a la llave de esa jaula psíquica en la que estamos inconscientemente encerrados.

Frente a esta actitud tan común de la mayor parte del género humano, el psicoterapeuta estadounidense Brad Blanton propugna en “Radical Honesty” (“Honestidad radical”), un libro de autoayuda que puede calificarse de “no amable” y que ha tenido gran éxito hasta la fecha, un retorno a la disciplina en el ejercicio de la verdad, la misma que han inspirado los tratados de los filósofos más preclaros, desde Platón a Nietzsche, en los dos últimos milenios y que nos conducirá a la liberación interior.

“Pues amarga la verdad,/ quiero echarla de la boca! Y si al alma su hiel toca,/ esconderla es necedad”, decía Francisco de Quevedo (1580-1645) en una de sus poesías satíricas.

En la adolescencia

Aprender a mentir es un largo proceso que culmina en la adolescencia, cuando empezamos a perdernos en diatribas acerca de quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Hasta definir la identidad y los roles puede pasar un largo período de tiempo, y puede estar en relación con el grado de industrialización de la sociedad en la que vive el muchacho que busca las respuestas.

Los bosquimanos (de una tribu africana) adquieren su identidad en torno a los doce años. Para esa fecha ya han contraído matrimonio, han dejado embarazada a su pareja, han adoptado roles propios de adultos y es probable que mientan en rarísimas ocasiones. Mientras tanto, en las sociedades “avanzadas” la adolescencia puede durar desde los once hasta pasados los treinta años.

Blanton alerta en su libro de que los datos estadísticos revelan que la tasa de mortalidad que aumenta con más rapidez en nuestra sociedad corresponde al segmento de edad comprendido entre los 15 y los 24 años, y lo más terrible es que no se debe causas naturales, sino a suicidios, sobredosis, accidentes y homicidios. La razón del incremento hay que buscarla en el esfuerzo de los jóvenes por inventarse una identidad propia.

La dificultad de los muchachos por decir la verdad va en contra de sus mejores intereses y, además, les genera estrés y a muchos les va arruinando la vida. En las consultas de las psicoterapeutas se suele relacionar esta dificultad para afrontar con la verdad con el miedo a crecer. No se olvide que muchos jóvenes pasan de estar hiperprotegidos en su hogar a un enfrentamiento con la vida para el que no están suficientemente preparados, y que implicar aprender a no mentir si se quiere superar el trance con cierta holgura.

Un largo camino

Pero el camino del aprendizaje de la verdad que les espera a los jóvenes que superaron el trance del descubrimiento de la identidad es largo. Salvo algunos casos, lo normal es que sigamos mintiendo hasta bien entrada la treintena, sin un patrón específico y de una manera inconsciente. Este suele ser el camino habitual de acceso a la época adulta y una clave manejada por los astutos para el éxito social. Todos aprendemos de una u otra forma a desarrollar y organizar las mentiras que aparentemente nos producen satisfacción antes de poder renunciar a la identidad que estuvimos elaborando a partir de la adolescencia.

Sin embargo, hay quien sigue utilizando la mentira en la madurez para sacar el máximo provecho posible a su existencia. Un ejemplo reciente y clarificador ha sido el del  financiero Bernard Madoff, acusado de montar la mayor estafa en la historia de Wall Street gracias a sus dotes de persuasión y de “encantador de serpientes”. No obstante, el problema en este caso no ha sido tanto de falta de madurez como de actitud delictiva.

A partir de múltiples experiencias en su consulta de Washington, Blanton recomienda a los dubitativos ante el paso a la madurez “tomar el toro por los cuernos”: iniciarse en la práctica de contar la verdad emocional propia y hablar abiertamente de lo que pensamos sobre los demás y al mismo tiempo revelar las mezquindades ocultas.

Este paso, que algunos consideran hasta “políticamente incorrecto” si nos atenemos a las claves de la relación social, puede originar conflictos con nuestros cónyuges, padres, hermanos, amigos y compañeros de trabajo pero es, según el psicoterapeuta estadounidense, la manera más eficaz de librarse de nuestros demonios interiores y abrir la jaula mental que nos aprisiona y constituye el origen del estrés que habitualmente padecemos.

Un proverbio indio recuerda que “si dices la verdad durante suficiente tiempo, tu palabra se convierte en ley universal”. Este nivel se alcanza una vez que admites que aquel que eres no es la persona que has fingido ser hasta la fecha.

Los riesgos del estímulo

Sin embargo, Blanton es consciente de que no todo es de color rosa y de que mantener esa cruzada en favor de la verdad tiene sus riesgos en nuestros días. El principal, para el psicoterapeuta, es el estímulo, un factor que nos pude llevar a una realidad ficticia, que es lo mismo que una mentira insuperable y que nos puede generar estrés.

Hasta el advenimiento de la Revolución Industrial, la vida de las personas era corta y difícil, pero sometida a escasos estímulos. Las nuevas experiencias provocan un flujo continuo de estímulos y una tensión permanente de nuestro sistema nervioso.

Esta situación es causa de insomnio, fatiga, pérdida de concentración, aburrimiento, depresión y sobrepeso, entre otros problemas. También es la culpable del estrés, la hipertensión, las enfermedades psicosomáticas y las fantasías paranoides.

Ante este panorama tan poco atractivo, Blanton advierte de no cometer el error de recurrir al “envenenamiento tradicional” o “sedación de los pobres” (alcohol, drogas y comida) para enfrentar los problemas. Es preferible recurrir a la alimentación saludable, el ejercicio físico y las terapias psicológicas para experimentar un bienestar continuo y natural.

Las claves

1.  Proceso        

Aprender a mentir es un largo proceso que culmina en la adolescencia, cuando empezamos a perdernos en diatribas acerca de quiénes somos, y hacia dónde vamos.

2. La verdad

La dificultad de los jóvenes por decir la verdad va en contra de sus mejores intereses y, además, a muchos les va arruinando la vida.

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