El mito del cinturón de castidad surgió durante la Ilustración para señalarse como la contrapartida de la oscura Edad Media. Fuente externa.
Hungría.- La imagen del caballero medieval que parte a las cruzadas y deja atrás a su damisela protegida por un cinturón de castidad es solo una mentira histórica y un mito surgido en el siglo XVIII para ejemplificar el oscurantismo de esa época.
Ése es el argumento de la exposición “Historias secretas del cinturón de castidad. Mito y realidad”, que se presenta hasta agosto en el Museo Katona József de Kecskemét, al sur de Budapest.
En la muestra, abierta sólo para mayores de 16 años, se exponen veinte ejemplos de estos cinturones y otros materiales para explicar cómo nació este mito durante la Ilustración y cómo evolucionaron luego estos objetos.
Los visitantes se enfrentan con unos brutales objetos de metal con candados y orificios protegidos por dientes de metal ante los que la primera pregunta que surge es como podían sobrevivir a ellos sus supuestas usuarias.
“El mito del cinturón de castidad surgió durante la Ilustración para señalarse como la contrapartida de la oscura Edad Media”, explica a Efe Katalin Végh, subdirectora del Museo Katona József.
Incluso la Gran Enciclopedia Francesa, editada a partir de 1751, aseguraba que en la Edad Media el uso del cinturón estaba generalizado, lo que contribuyó a dar por cierto este mito.
De hecho, hasta una época tan reciente como la década de 1990 se consideraba aún como un hecho que en Edad Media y durante las distintas cruzadas se obligaba a la mujeres a usar esos aparatos para asegurar su fidelidad durante la ausencia de los esposos.
No sólo en la cultura popular, sino que también artículos científicos y los propios museos alimentaron un mito que choca contra el sentido común.
Sólo con observarlos queda claro que el uso de estos objetos causaría heridas, incluso mortales, por el contacto con el metal y que son incompatibles con la higiene personal, por lo que causarían infecciones.
Aparte de que los candados que los cierran pueden abrirse fácilmente, anulando su supuesta misión protectora. Pese a ese desafío a la lógica, museos como el British Museum de Londres o el Germanisches Nationalmuseum de Núremberg (Alemania) siguieron exponiendo sus respectivas colecciones de cinturones de castidad hasta la segunda mitad de la década de 1990.
A partir de este momento, el interés de la ciencia se centró en determinar la época de fabricación de estos objetos, “algo que con un simple análisis de material se puede averiguar”, dice Végh. “Resultó que todos estos objetos eran falsificaciones del siglo XIX”, explica la responsable del museo.
El mito del cinturón de castidad tiene también su origen en los textos de la Roma clásica que hablan de cintas, cinturones y cuerdas de castidad, o de Venus, que, según los investigadores actuales, no son más que símbolos y no descripciones de objetos reales.
“Son símbolos de la virginidad o castidad”, subraya Végh, que agrega que “si alguien se ponía el cinturón de castidad significaba que esa persona era inocente».
Varios investigadores, como Benedek Varga, director del Museo de Medicina Semmelweis de Budapest (del que provienen los objetos expuestos), han cuestionado todo este mito, realizando investigaciones históricas, literarias y científicas.
La conclusión es que en la literatura medieval, incluso en autores de textos eróticos como Boccaccio o Rabelais, el cinturón de castidad aparece muy pocas veces y siempre con un claro sentido simbólico.