Mentiras, falacias y sofismas

Mentiras, falacias y sofismas

JOSÉ BÁEZ GUERRERO
La falacia es la mentira, el engaño o fraude que se hace o dice con la intención de hacer daño. Muy distinta a la mentirita blanca, cuya intención muchas veces es evitar la ofensa o disgusto de quien la oye, la falacia implica cierta maldad o cuando menos malicia, porque subyace –cuando no es evidente– el deseo de dañar. Este es el caso de muchas de las críticas hechas por voceros partidistas a la exitosa política económica del actual gobierno. Antes he dicho que la verdad es un bien escaso.

Según la mejor teoría económica, debe por tanto ser cara. Hay tanta mentira circulando, que cada día la verdad se hace más preciosa. Por eso, cuando un político necesita desacreditar o disminuir el valor de las posiciones de su adversario, lo primero que ataca son sus verdades. Así, no es raro que el PRD y sus economistas confesos quieran desacreditar las estadísticas oficiales sobre el crecimiento y la inflación. Hay que destruir esas verdades, porque contrastan agudamente con los numeritos del desempeño propio cuando ellos fueron gobierno.

 A mi casi me da risa el desgañite de ciertos economistas por desprestigiar las estadísticas oficiales. Han usado argumentos tan cómicos como calificar la política económica como “terminator”, sin ningún asomo de rubor ante la comparación entre los resultados de tres años de esfuerzos extraordinarios por rescatar y estabilizar un país que iba en picada, y el fruto de cuatro años pepehachistas que dejaron la nación devastada, como si varios ciclones la hubieran desguañangado. Son sofismas, razones o argumentos aparentes con que se pretende defender lo que es falso, o persuadir a favor del engaño.

Cualquier político sensato de un país donde la disparatología tuviera menos auge, aprovecharía la estabilidad y el crecimiento para reclamar atención a otros problemas que hasta los apologistas oficiales reconocen que han sido descuidados. Pero en vez de proponer soluciones a la interminable crisis eléctrica (que ellos agravaron con la ruinosa recompra a Unión Fenosa tras su quiebra de Edenorte y Edesur); en vez de sugerir cómo mejorar el transporte de pasajeros y de carga (que ellos agravaron corrompiendo falsos sindicatos regalándoles cientos de millones de pesos); en vez de unirse al clamor nacional para que aumente la inversión estatal en salud y educación; estos genios de la economía y la política prefieren dedicar sus mayores esfuerzos a dos cantaletas: hay que devaluar el peso, y las estadísticas sobre crecimiento e inflación están falsificadas.

Es claro que esa posición política tiene un solo fin, que es agravar en vez de mejorar la situación del país, para cosechar así los frutos del descontento. Una devaluación del peso implicaría un deterioro de las finanzas públicas, pues todo –desde la deuda hasta la compra de petróleo— requeriría de muchos más pesos. Al mismo tiempo, la descarada campaña para desprestigiar las estadísticas, que indican un crecimiento admirable de más de un 10% y una inflación de menos de un 5%, da pena por lo fallida que resulta. Todas las calificadoras de riesgo y las entidades privadas independientes, dan crédito a los numeritos oficiales. Todas las agencias internacionales, FMI, BID, Banco Mundial, CEPAL, también desmienten los temores y la propaganda perredeísta.

Este gobierno tiene evidentes puntos flacos, como los señalados, pero en vez de proponer fórmulas sensatas para atacar esas debilidades, los economistas enganchados a políticos dedican todos sus esfuerzos a desmeritar los logros principales de esta administración: su extraordinario desempeño estabilizando la moneda, promoviendo el crecimiento y atrayendo inversión extranjera. Sólo el éxito de empresas privadas colocando bonos y papeles comerciales en varias bolsas, logrando entre todas miles de millones de dólares, como son los casos de EGE Haina, Cap Cana, Metro Country Club, empresas agropecuarias, y otras más, basta para tapar la boca de los chillones. El mercado los desmiente.

El poco respeto por la verdad que demuestran esos políticos debería bastar para anularlos. Lo peor de este ejercicio irresponsable de la oposición, es que al perder credibilidad, desaprovechan la oportunidad de contribuir a mejorar al país con críticas constructivas. Por momentos, lucen como si creyeran que el fracaso de la nación pudiera eventualmente ser un éxito suyo.

j.baez@codetel.net.do

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