Mentís a mala propaganda

Mentís a mala propaganda

Las condiciones de pobreza en los bateyes azucareros son  magnificadas y sacadas de contexto en el exterior para que parezcan consecuencia de una práctica dirigida contra una minoría.  Se mantiene  así una imagen negativa del país cuando la realidad es que la marginación y la inequidad  afectan por igual a muchos obreros, urbanos y rurales, sin distinción de nacionalidades. Por demás la mano de obra de campos de caña se ha reducido considerablemente. La industria del dulce ya no es una fuente importante de empleos y el sector privado mecaniza el corte de la gramínea de forma creciente y rebate las acusaciones mejorando la realidad de los peones.

República Dominicana no merece  el estigma que pretenden mantenerle algunos activos grupos que la pintan como  zona de esclavistas y explotadores. Cientos de miles de haitianos que  se han adueñado de espacios laborales en la construcción (donde constituyen el 90% de los asalariados) y en los más importantes renglones de la agricultura,  serían los primeros en negarlo. Somos una importante fuente de empleos para nuestros vecinos  gracias a una frontera ficticia. Nuestra “hospitalidad” derivada de  fallas institucionales, reduce en algo la gravedad de los problemas sociales de Haití  y a pesar de que la presencia de inmigrantes deprime los salarios de muchos  dominicanos, las puertas del país siguen abiertas para ellos.

Por un énfasis en la disciplina

Comprensiblemente, sectores de la economía y especialistas  favorecen que el Gobierno rectifique, como parece, y urgido de recursos prefiera establecer compromisos con el Fondo Monetario Internacional que es como decir: admite que debe acogerse a límites y reglas a sus gastos e inversiones en vez de recurrir   a más  endeudamientos con manos libres, en medio de una situación recesiva, cuando falta menos de un año para unas elecciones de medio tiempo que han de ser cruciales para el partido en el poder.

Mientras más ojos estén sobre la gestión de Estado, al comienzo y al final de la zafra que aquí constituyen las campañas electorales en las que el uso del erario puede ser abusivo, como en la justa reciente, mejor para el país. Se acepta que el Estado invierta más  e influya en el crecimiento de la economía pero no debe haber oportunidad para la falta de transparencia ni excesos favorables a proyectos políticos.

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