Mercado de La Pulga
Venciendo dificultades para ganarse la vida, cientos de vendedores confluyen en un punto de ventas

<STRONG>Mercado de La Pulga<BR></STRONG>Venciendo dificultades para ganarse la vida, cientos de vendedores confluyen en un punto de ventas

Cuando Gustavo Peña llegó al área, temprano en la calurosa mañana dominical, ya había decenas de alborotados  “pulgueros” que tenían instaladas sus tiendas, preparados para recibir a los clientes del Mercado de Las Pulgas. Al rato llegó Sergio Sánchez, desde la fronteriza provincia de Dajabón.  Organizó su mercancía sobre una lona azul, casi a mitad de la avenida, se persignó y pidió suerte a Dios para tener una buena venta en el día. 

Es la rutina que caracteriza la pujante e informal actividad  económica del Mercado de Las Pulgas: Los buhoneros llegan de madrugada, de prisa, de todas partes del país, instalan sus negocios en carpas, en las aceras o cualquier espacio disponible del mercado, donde se vende todo, para todos los gustos y colores,  a precios relativamente más bajos que en las tiendas convencionales y donde  los clientes regatean hasta quedar exhaustos con tal de obtener rebajas.

El Mercado de Las Pulgas opera los domingos en la intersección de las avenidas Luperón con Independencia, debajo del elevado. Los precios y la variedad de mercancía atrae a  clientela de distintos estratos sociales.

La gente suele llamarlo “mercado de las pulgas”,  “pulguero”, “mercado de regateo”, “la reguera”, “el baratillo”, el  “relevo”, “mercado de cachivaches”, “mercado de segunda mano” y “mercado de las pulgas”. Este último concepto  es parisino,  de finales del siglo XVIII,  cuando los ropavejeros recogían de noche los cachivaches que la gente de sociedad desahuciaba y luego, en otro sitio, procedían a venderlo.  Obviamente, tratándose de cachivaches y de ropa usada, en épocas en que la higiene no era parte de la cultura, con facilidad se llevaban pulgas a la casa del comprador.

Casi toda la mercancía del Mercado de las Pulgas es usada, aunque se puede comprar artículos nuevos, “de cajeta”. Lo importante en el negocio es satisfacer las necesidades humanas inmediatas del cliente.

La importación de  ropa en pacas proveniente de los Estados Unidos fue prohibida por el Gobierno, pero el negocio sigue activo.  Comerciantes  de esas mercancías afirman tener los recibos de pagos de impuestos a la Dirección General de Aduanas. La venta de pacas se anuncia en los clasificados de los periódicos.

Los vendedores tienen distintos nombres: buhoneros, chiriperos, “maruseros”,  vendedores ambulantes, “traperos”, “pulgueros” y algunos extranjeros los llaman,  “chamarileros” y “cachivacheros”. La mayoría de quienes venden en Las Pulgas tienen sus negocios establecidos en otros lugares.

Las ofertas son tentadoras.  En Las Pulgas  hay de todo para satisfacer cada necesidad y para cada presupuesto. Este negocio informal tiene la particularidad de que no se exige procedencia ni origen de la mercancía, ni comprobante fiscal de la Dirección General de Impuestos Internos, ni comprobante de pago, “ni fiao”.  Toda operación es “chan con chan”, es decir, en efectivo.

Se puede adquirir mercancías de segunda mano, a precios relativamente razonables, prendas de vestir, artículos para el hogar, celulares, artesanía, relojes, espejuelos,  juegos electrónicos, bisuterías, pinturas, frutas, comida rápida, frituras, jugos naturales, detergentes, artículos ferreteros, computadoras, bebidas alcohólicas y gaseosas, plantas ornamentales, CD con música pirateada y toda una variada gama de mercancía.

Hasta hace unos años el Mercado de Las Pulgas era dominado por vendedores dominicanos. Sin embargo, una avalancha de haitianos se ha incorporado al negocio informal, especialmente de  ropa de segunda mano y calzado deportivo (tenis) procedentes de Haití.

El área de buhoneros de Las Pulgas se achica.  Los chiriperos no sólo ocupan aceras, la isleta y parte de la vía pública, sino que se han extendido hasta la intersección de las avenidas Independencia con Isabel Aguiar, hacia el sur, y la parte frontal de la Plaza Luperón, en dirección este.

Bullicio, taponamiento

Los clientes circulan como hormigas por estrechos pasillos, asediados por  buhoneros e intermediarios que también quieren sacar algo del pastel. Las ofertas llueven, aunque regularmente la gente busca más de una opción antes de comprar, de modo que van y vienen buscando mercancía barata y de mejor calidad.

La intensidad del bullicio de los altoparlantes aturde.  El calor sofoca, pero la gente no deja de movilizarse.  Apenas hay espacio para la circulación de vehículos en el área ocupada por los “pulgueros”, quienes ocupan ambas márgenes de la vía pública. El estacionamiento indiscriminado y la incursión de motoristas entorpece más la situación del tránsito.

Los conductores de guaguas  y de carros del “concho” hacen sonar sus estridentes bocinas. Algunos agentes de AMET tratan de agilizarse el tránsito, pero es tarea imposible. Aparentemente todos se acostumbraron al desorden en el Mercado La Purga.

Ventajas comparativas de “cachivacheros”

El pago de arbitrios de los “pulgueros” al Ayuntamiento del Distrito Nacional por instalarse en un estrecho espacio de la vía pública es relativamente bajo comparado con el que pagan las tiendas y otros negocios tradicionales.

Otra ventaja es que los buhoneros que se instalan en el Mercado de Las Pulgas no tienen que hacer frente a gastos fijos como  pago de energía eléctrica, agua potable o alquiler de local. Regularmente, si no disponen de transporte propio,  incurren en gastos de alquiler de vehículos para transportar la mercancía a grandes distancias.  Algunos de ellos contratan a “buscones” para promocionar la venta. Otros se auxilian de familiares y amigos.

Los “pulgueros”, como todos los buhoneros que operan en el país en las vías públicas, producen desechos sólidos. Las Pulgas no es una excepción.

Quejas de vendedores

Lissete Báez: “las ventas están muy, pero muy malas. La gente no tiene dinero para comer, y menos para comprar mercancías”..

Juan Cruz: “se pica, se pica algo. Siempre uno pica sus pesitos, pero la cosa no está buena. No se vende mucho, pero los que vivimos de esto tenemos que saber que hay días buenos y días malos”.

Sergio Sánchez: “yo vine de lejísimo, de la frontera, a ver si Dios me ayuda a vender algo para cuadrar el mes, porque las ventas tan flojas, muy flojas. No hay cuartos para comprar. Solo los ricos tienen dinero para comer bien y comprar cosas caras. Los pobres vienen a comprar. Pero no hay un chele en la calle”.

Gustalvo Peña: “las ventas no están buenas, porque las cosas están malas no sólo en República Dominicana, sino en el mundo entero. Nosotros levantamos aquí los pesitos de la comida, pero no se está vendiendo casi nada”.

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