Mercado informal y caos

Mercado informal y caos

Me referí en días recientes a la expansión del mercado informal en Santo Domingo, crecimiento que, desde luego, se ha registrado sin ordenamiento ni regulación alguna.

Es comprensible que ese tipo de negocios aumente, en la medida en que más dominicanos quedan fuera del mercado laboral formal, o de que continúe la fuerte emigración de las zonas rurales hacia las ciudades principales.

La gente se esfuerza por sobrevivir en medio de las crisis, cuando las tormentas estremecen las economías, y de ahí surge la improvisación de tarantines, ventas al pregón de cualquier cosa y hasta de las ofertas más pintorescas.

Desde siempre, los gobiernos han vaciado las arcas estatales en aquellos centros urbanos que más votos le reportan a sus partidos y a sus candidatos. La política es un gran negocio.

Pero al Distrito Nacional y a la provincia Santo Domingo en particular se le ha creado un gran dolor de cabeza con la acumulación de desperdicios por doquier y el gigantesco movimiento de vendedores en aceras, esquinas y rincones.

A los ayuntamientos se les está haciendo materialmente imposible controlar el basurero en que se ha convertido la Capital.

Los planificadores urbanos, que al parecer son subutilizados, deben ir pensando seriamente en diseñar planes de saneamiento, con presupuestos generosos, aportados por el Estado, para encarar el gran desorden que ya de por sí tenemos encima.

Las ciudades principales nuestras no serán jamás habitables, mientras no se asuma con la responsabilidad debida el caos prevaleciente.

Es cuestión de trabajar más… y politiquear menos.   

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