Mercados emergentes

Mercados emergentes

POR RICHARD LAPPER
En otros tiempos, el primer indicio de inestabilidad política en América Latina habría hecho que los inversionistas se agolparan en las puertas de salida. Ahora, hambrientos por los retornos, pasan por alto el riesgo que plantea una ola de populismo radical que se expande por la región.

Después de 18 meses felices, en los cuales los rendimientos de los bonos cayeron a bajas históricas, los bancos de inversión, incluyendo algunos que se fueron de la región después del derrumbe económico de Argentina en 2001, están de regreso por la venganza. Están compitiendo ferozmente por los negocios corporativos y están entusiasmados con las nuevas oportunidades, como la venta de bonos brasileños o mexicanos denominados en las  monedas locales, históricamente débiles, pero ahora estables o apreciándose. 

El optimismo fue palpable la semana pasada, cuando se celebró la reunión del Banco Interamericano de Desarrollo en Belo Horizonte, Brasil, donde los banqueros y administradores de fondos estaban a todas luces felices por pasar por alto el ambiente político.

Se manifestaría de nuevo el domingo, cuando los electores acudieran a las urnas para la primera ronda de las elecciones presidenciales en Perú, en las cuales Ollanta Humala, un nacionalista radical, se esperaba que surgiera vencedor. Él ha estado prometiendo poner fin a las políticas “neo-liberales” y ataca con frecuencia a las compañías extranjeros. Sin embargo, esa perspectiva no preocupa mucho a los administradores de fondos: ellos están viendo pocas posibilidades de que se incumpla con el pago de la deuda pública.

Hugo Chávez, el líder radical anti-norteamericano de Venezuela, puede que esté gastando los ingresos generados por las mayores reservas de petróleo del hemisferio occidental en lo que el llama “socialismo del siglo XXI”. No tiene importancia: la riqueza petrolera del país se considera que esté respaldando la solvencia.

Para los inversionistas de portafolio, países como Bolivia, donde Evo Morales, un líder indígena radical que arrasó en las urnas en diciembre, que ha confirmado sus planes de nacionalizar la industria del gas, son demasiado pequeñas para tomarlas en cuenta. Pero recientemente, el radicalismo se ha estado esparciendo más allá de los Andes. En estos últimos meses, Néstor Kirchner, el presidente radical de Argentina, nacionalizó una empresa extranjera de servicios públicos, impuso controles de precio y despidió a Roberto Lavagna, su ministro de Finanzas, partidario del libre mercado.

El año pasado, su gobierno negoció un acuerdo para reestructurar la deuda incumplida. Fueron tan draconianos sus términos, que parecía estar garantizada la exclusión del país para nuevos préstamos en los mercados internacionales de capital. Pero nada, parece, puede aplacar el entusiasmo de los inversionistas: menos de un año más tarde, muchos están dispuestos a prestar dinero a una fracción de las tasas que cargaron hace pocos años.

Y en Brasil, el presidente izquierdista Luis Ignacio Lula da Silva está manteniendo su compromiso con una política fiscal y monetaria conservadoras, aunque está empezando a verse ahora más desgastada después de la renuncia del fiscalmente ortodoxo Antonio Palocci, como ministro de Finanzas, en medio de la última serie de escándalos por corrupción.

Con el señor Lula da Silva enfrentándose a elecciones este año, el atractivo de aflojar los controles al gasto pudiera incrementarse, particularmente puesto que su economía ha crecido solo cerca de 2% al año, desde que fuera electo en 2002. “Es el momento indicado para el populismo. Será cada vez más difícil que Brasil se resista”, dice Christian Stracke, analista del independiente Credit Sights.

Sin embargo, hay otros peligros que parecen estar perdidos en un mercado decidido a no ver alguna señal de debilidad como una oportunidad de compra. La partida del señor Palocci desató un descenso en el valor del real. Pero al final de la semana fue como si nada hubiera pasado. “Todos sienten que tienen que estar aquí”, dice un banquero de inversiones. “Es `sexy´. Es uno de los BRIC” – una referencia a Brasil, Rusia, India y China, las cuatro economías de mercado emergente cuyo ascenso se pronostica que cambiará el perfil de la economía mundial”.

La tendencia hacia la izquierda no es universal. El Chile de centro-izquierda y Colombia de centro-derecha -donde se espera que Álvaro Uribe gane un segundo mandato como presidente el mes próximo- continúan sus políticas pragmáticas, favorables al mercado y la reforma social.  Pero el fenómeno de líderes radicales que prometen resolver los problemas crónicos de la región de la exclusión social y la pobreza, parece estar esparciéndose. Andrés Manuel López Obrador, el ex alcalde socialista de Ciudad de México, está en el camino de ganar la presidencia de México este año, y Daniel Ortega, una “bête noire” para Estados Unidos en la década de 1980, está bien situado en Nicaragua. También Ecuador pudiera inclinarse al populismo de izquierda en las elecciones de noviembre.

Los mercados esperan que el señor López Obrador -al igual que el señor Lula da Silva-, sigan políticas económicas cuidadosas en un país estrechamente integrado a la economía de América del Norte mediante vínculos migratorios y el acuerdo NAFTA -Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte. Ecuador y Nicaragua, mientras tanto, son demasiado pequeños para preocupar a los inversionistas.

Vitali Meschoulam, una analista de América Latina de HSBC en Nueva York, explica: “En estos momentos  a nadie le importa.” Y añade: “Hay demasiado dinero [y] estos son temas que afectan perspectivas de desarrollo en 2007 y 2008”.

¿Qué explica esta complacencia aparente? América Latina -quizás más que cualquier otra región en el mundo-, se ha beneficiado de los nuevos diseños de la economía global: de manera destacada, el rápido crecimiento económico de Asia y las altas tasas de ahorro que están ayudando a sostener el auge del gasto de los consumidores en EEUU. La manufactura asiática está vendiendo los productos que fabrican a los consumidores norteamericanos, con la demanda sostenida en parte por las bajas tasas de interés y crédito cuantioso. La disposición de Asia a invertir sus ahorros en el extranjero, en bonos del Tesoro de EEUU y otros activos, ayuda a explicar por qué la liquidez ha sido tan abundante.

América Latina se beneficia de esto de formas diversas. Primero, la demanda de Asia, y en particular de China, de materias primas significa que los precios de estos productos sean elevados. La industria china del acero ha estado absorbiendo la mena de hierro de Brasil. El gasto en las plantas de energía del país y otra infraestructura ha hecho subir los precios del cobre de Perú y Chile. Y los agricultores brasileños y argentinos han encontrado un mercado creciente para su carne entre las ansiosas clases medias de las florecientes poblaciones de China. Los agricultores chinos están importando frijol de soya de América del Sur para alimentar sus animales.

El crecimiento de EEUU está contribuyendo a revivir las exportaciones de manufactura de países y las economías menores de América Central y el Caribe. A los trabajadores emigrantes de América Latina y el Caribe hacia EEUU, les va bien. Las remesas que enviaron el año pasado subieron 17%, a US$53,6 millardos, de acuerdo con un estudio publicado por el Banco Interamericano de Desarrollo. Finalmente, la combinación de una creciente economía global y tasas de interés relativamente bajas están estimulando la liquidez global y significa que los inversionistas están deseosos de asegurarse los retornos disponibles en mercados de rendimientos más altos.

Como resultado de todo lo anterior, América Latina registró tres años sucesivos de excedentes en la cuenta corriente, el mejor resultado, al menos en medio siglo. Las reservas han estado subiendo y la deuda en dólares se ha ido liquidando.

Según Latin America Consensus Forecastas, Brasil ha reducido su deuda externa a largo plazo de 40% de su producto interno bruto en 2002 a un esperado 13.5% en 2006. En el mismo periodo, Argentina habrá reducido la suya de 118% a un esperado 45%. Chile, Perú, México y Colombia han tenido descensos similarmente sensacionales.

Las agencias calificadoras han estado mejorando la credibilidad de los países latinoamericanos. Entre los banqueros ahora está extendido el criterio de que Brasil –que estuvo al borde de la quiebra en 2002-, pudiera adquirir el grado de inversión dentro de uno o dos años. Esto le permitiría los principales fondos de pensiones comprar sus activos y reducir más los costos del préstamo.

Walter Molano, de BCO Securities, una correduría basada en Connecticut, está particularmente confiado. “A menos que haya un cambio importante en la demanda de Asia, no hay necesidad de aligerar o asumir posiciones cortas. Estamos en una nueva era para los mercados emergentes”, dijo a sus clientes el mes pasado. “América Latina está encendida. Las condiciones del crédito están mejorando, y esperamos una ronda de mejores calificaciones después de las elecciones presidenciales. Esta es la razón por la cual el capital continúa inundando nuestros activos”.

Todo esto genera un entorno propicio para que los líderes de izquierda sean elegidos sobre una plataforma de incremento del gasto social. Los impuestos a las exportaciones y ahorros logrados a partir de costos por préstamo más bajos, significa que los gobiernos pueden cumplir sus promesas a los electores sin amenazar la estabilidad macroeconómica.

El señor Chávez, de Venezuela -quien ha dirigido US$17 millardos al fondo de gasto social especial durante 2005 y 2006- es un caso especial, porque su país flota sobre el petróleo. Pero el gasto social ha estado aumentando en otros lugares. En Brasil, donde el señor Lula da Silva extendió un sistema de entregas por bienestar social mensual que abarca cerca de 8,5 millones de personas, todavía tiene que equilibrar el presupuesto. Hasta el señor Morales, en Bolivia, el país más pobre de América del Sur, cuenta con tantos fondos gracias a los elevados precios del gas y los minerales, y de los nuevos impuestos, que ha podido crear 4,500 empleos para maestros y 1,000 para médicos en dos primeros dos meses en el cargo.

Para algunos, todo esto equivale a una redefinición de “populismo” ; una definición que conjuga un fuerte sistema de seguridad social con el control fiscal. Dice el señor Meschoulam: “Usted puede comerse su pedazo del pastel. Puede tener programas sociales y pagar la deuda”. Y continúa: “Quizás este sea un tipo diferente del populismo al que estamos acostumbrados. Es contenido y responsable”.

Hay mucha evidencia para sugerir, sin embargo, que los gobiernos de izquierda, ya sean populistas radicales al estilo del señor Chávez o reformadores más moderados como el señor Lula da Silva, están siendo adormecidos por una sensación de seguridad  falsa relacionada con la fuerza de sus economías, y que no están logrando asumir las reformas estructurales necesarias para aumentar la eficiencia a largo plazo.

Un problema es que los gobiernos latinoamericanos no están diversificando, y que se mantienen excesivamente dependientes de las exportaciones de productos básicos, y vulnerables a acontecimientos externos adversos. Además, el impulso para reformar puntos negros notables del sector público, como la ineficaz industria de electricidad de México, o los agobiantes sistemas de pensiones de Brasil – ha perdido impulso.

De manera más general, se está invirtiendo poco dinero del excedente. Chile es una excepción: ha utilizado los ingresos del “boom” de las materias primas para construir fondos que puedan ayudar a protegerse contra vuelcos futuros, o para financiar inversiones en la educación y la tecnología. En Brasil solo una fracción mínima del incremento de 9% del año pasado en el gasto público se invirtió en infraestructura, como carreteras, puentes y ferrocarriles.

Todo esto está socavando el crecimiento y significa que la brecha entre América Latina y sus rivales de mercados emergentes en Asia y el Este de Europa se está ampliando. El año pasado, América Latina creció solo 4.2%, y esta cifra está inflada porque Venezuela y Argentina están recuperándose de la recesión.

Muchos participantes en el mercado creen que el efecto del ascenso de China e India en el escenario económico mundial aportará un aislamiento permanente ante un viraje futuro. De igual forma, sin embargo, es posible que una fuerte mejoría cíclica pueda estar exagerando el alcance del alineamiento secular que se está produciendo, como ocurrió con el entusiasmo por la tecnología de Internet a finales de los 90.

 “No sabemos cuán firme es”, dice el señor Meschoulam, quien insinúa que existen paralelos entre el entusiasmo actual por el ascenso de Asia y la idea de que el triunfo de la democracia en la Unión Soviética y Europa Oriental había “puesto fin a la historia”. “Puede que tengan razón, pero no he visto las pruebas”, comenta.

Javier Santiso, jefe de Economía del Desarrollo en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico en París, dice que la demanda asiática de materias primas le ofrece a América Latina una “oportunidad histórica”, pero que la mayor parte de la región está “sencillamente, cabalgando la ola”. Y tiene una advertencia seria: “Más tarde o más temprano la ola se acabará”.

VERSION: IVAN PEREZ CARRION

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