Merecimiento

Merecimiento

La selección de la bióloga Idelissa Bonelly, el economista y sacerdote José Luis Alemán, el arquitecto Eugenio Pérez Montás y el periodista y crítico Francisco Comarazamy como ganadores de los cuatro nuevos premios establecidos por la Fundación Corripio, constituye un acertado estímulo para el quehacer intelectual en las disciplinas de Ecología, Economía, Arquitectura y Comunicación, versión prensa escrita.

Con esta selección, el jurado reafirma el criterio de justeza que ha caracterizado su trabajo, consolidando una etapa más ambiciosa y amplia de las premiaciones otorgadas por esta fundación.

 Los aportes a la preservación ambiental hechos por la bióloga Bonelly; los del padre Alemán al estudio de la economía; la decisiva contribución del arquitecto Pérez Montás al desarrollo de nuestra arquitectura y el fecundo quehacer periodístico y didáctico de Comarazamy, los hacen dignos merecedores del reconocimiento de sus altos méritos.

Desde sus respectivas disciplinas, cada uno de los premiados ha tenido mucho que ver con el desarrollo del país y  la formación profesional de numerosos jóvenes.

Es una forma de honrar los merecimientos de estas personalidades y de estimular a otros para que, por vía del conocimiento y  dominio de las disciplinas premiadas, hagan al país contribuciones tan valiosas como las que han hecho estas personalidades galardonadas.

 

 ¿Racismo?

La afirmación de los dos relatores de la ONU que investigaron aquí la situación de los derechos humanos de los inmigrantes, de que en la República Dominicana hay racismo arraigado, parece una apreciación ligera que soslaya aspectos muy importantes de las migraciones.

Es posible que estos relatores estén perdiendo de vista algunos aspectos sociológicos que generan discriminación, pero no precisamente racial y mucho menos como política de Estado.

En las relaciones entre  República Dominicana y Haití hay tres etapas provocadoras de resentimientos no  raciales, como son los casos del dominio haitiano sobre los dominicanos y la independencia nuestra de ese dominio,  la matanza de miles de haitianos cometida por la tiranía de Rafael Trujillo, en 1937, y el hecho de que la migración haitiana hacia nuestro territorio es la más numerosa e influyente.

Es posible que el peso económico y social de la inmigración haitiana provoque resentimiento de  dominicanos hacia los haitianos, pero mínimamente de índole racial.

Los puertorriqueños, por ejemplo, denominan “mojaditos” a los dominicanos que llegan allí ilegalmente, pero no los discriminan racialmente.

Nosotros, en su momento, cuando eran los puertorriqueños quienes venían a recolectar café y cacao, reaccionábamos de manera similar, pero no racialmente.

Sin duda, las migraciones tienen efectos sociales y  económicos muy influyentes sobre las naciones que las reciben, efectos ante los cuales los nacionales no suelen reaccionar con indiferencia. En ese sentido, el caso dominicano no es diferente del de otras naciones afectadas por migraciones furtivas tan densas como las que nos toca recibir.

 Por cierto que extraña el gran interés de la ONU por el “racismo” de los dominicanos, mientras trata con indiferencia la práctica abundante de discriminación racial  de blancos contra negros de su misma nacionalidad, precisamente en el país que aloja la sede principal de ese organismo.

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