Merengue típico, Jazz y su pequeña brecha

Merengue típico, Jazz y su pequeña brecha

POR ALEXIS MÉNDEZ
En ocasiones había sentido que la brecha entre el merengue típico y el jazz no era ancha como hasta ahora lo han creído los que se deleitan con una y otra expresión musical. Algo me decía que la improvisación enarbolada en ambos estilos era su lazo matrimonial. Quizás escuchar el fraseo de Tavito Vásquez, nadando en ambas aguas, me hizo pensar en ello. No obstante el panorama se tornaba oscuro.

Sin temor a que algunos recalcitrantes amantes del jazz me lleven a la inquisición, traigo mi alegato. Aquel punto de coincidencia que deambulaba en mis sentidos, y que no podía explicar, me lo mostró «El Prodigio» con dos temas cuyos colores me «sacaron de onda», en el buen sentido de la palabra.

Uno era «Peri-Blues», composición de Rafelito Mirabal, músico santiaguero de alto calibre. Esta pieza no fue exclusividad para mis oídos. Todos la escuchamos en el espectáculo de los premios Casandra 2004, y posiblemente los «camarazos» hacia grandes músicos del país, nos llamó más la atención que los acordes que de allí salían. Luego «Peri-Blues» llegó con más alma, ejecutada por «El prodigio» y su conjunto típico. Nos la ofreció como primer corte de un álbum grabado en vivo. Esta sí pude apreciarla. A pesar de su complicado arreglo musical, traía el peso de la sinceridad del merengue que se toca en el Cibao.

El otro tema me lo llevó Crispín Fernández para que juntos lo escucháramos, también interpretado por «El Prodigio». Era una excelente versión del tema «Mountain Dance» del creativo tecladista Dave Grusin, en un concepto que el novel músico denomina «Pambiche meet jazz», y donde los repiques de la güira y la tambora contrastan con un acordeón que se libera de cánones establecidos, e improvisa sin prejuicios. Por más tinta que gaste para explicarlo, es mejor sentirlo, escucharlo.

Existen pruebas de sobra que demuestra los enlaces que ha tenido el merengue con el jazz a través de su historia. Ahí está el legado del Maestro Luis Alberti que adoptó el formato «Big Band». Llega a mi mente, entre muchos ejemplos, la ejecución acentuada de Simó Damirón, o las variaciones que se han hecho de «Papá Bocó» del Dr. Manuel Sánchez Acosta.

En los 80´s, y esto sí lo viví con creces, existía el grupo 4+1 que rebuscó en el cancionero popular para que escuchemos piezas como «Mi Pinchoncito»… que se murió parao. Juan Luis Guerra y su grupo 4-40, trajeron al plano criollo el estilo vocal de Mahathan Transfer lo cual está plasmado en su primer álbum titulado «Soplando», en el que incluye los temas «Feliciana», «Loreta», «Jardinera» y «Juana Mecho»…que tú me tiene impuesto. Con estos rescatan el «Pambiche» y lo combina con elementos que te dan un sonido, que 20 años después conserva frescura y se siente innovador.

La orquesta de Jorge Taveras fue una de las más representativa en esa tendencia. En esta, el saxo de Tavito se crecía. Los asiduos al anual «Heineken Jazz Festival»que llenaron de júbilo el final de esa década y el principio de los 90, deben recordar aquel «solo» de Tambora de Ángel Andujar «Catarey» en la interpretación «Don Cata» que puso de cabeza, de la emoción, al legendario Dizzie Gillespie que lo observaba sorprendido.

Hoy tenemos a Crispín Fernández y su «Licuado» que ha trabajado desde una improvisación sobre el tema «Juan Gomero», hasta una versión en merengue de «Take a Train» de Duke Ellington, pasando por grabaciones más conservadoras, pero también con elementos de jazz como la que hizo del conocido «Caña Brava».

Pero todo lo que acabo de citar se ha tomado del plano urbano, del merengue de calles y esquinas. El prodigio fue quien se sentó debajo de una mata a tocar su acordeón y pensar en Nueva Orleáns, o tal vez soñó que sembraba en un «Conuco» que estaba en medio del «Blue Note».

El jazz que en su forma más libre se ha enredado con otras propuestas musicales de Estados Unidos, y con las tradiciones afro-cubanas y afro-brasileñas más representativas, se encuentra con lo más autóctono de nuestro ritmo. El Prodigio nos ha mostrado que tan estrecha era la brecha.

Crispín me dijo, y así lo afirmo yo, después de haber escuchado estos temas, que en algunos años los dominicanos fijaremos un antes y después de la presencia de este joven acordeonista, de cuya formación académica se habla mucho, porque viene de la escuela jazzística más tradicional. Pero él prefirió traspasar los conocimientos adquirido al sentir popular de su pueblo.

programamusicamaestro@yahoo.es

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