Los cimientos de las grandes empresas tecnológicas mundiales se vieron amenazados a finales del año pasado, cuando los fiscales generales de 41 Estados, de los Estados Unidos de América, entre los cuales se encuentran los más poblados, como el caso de Nueva York o de California, introdujeron una demanda histórica conjunta en contra de Meta, que es la empresa matriz de Facebook, Instagram, WhatsApp o Messenger, acusándola de causar perjuicios intencionales en contra de los niños, en su búsqueda despiadada por cautivar audiencias con fines comerciales. Los fiscales consideran que Meta no ha hecho lo suficiente en la protección de los menores.
Como era de esperarse, más allá de comunicados en contra de la demanda, los equipos jurídicos de la empresa enfrentaron la acción judicial, buscando la desestimación y apelando la libertad establecida en la primera enmienda, así como la sección 230, que es una ley federal de 1996 utilizada habitualmente por los sitios web para cortar de raíz las demandas por moderación de contenidos. Esta acción fue denegada el mes de noviembre pasado por la jueza de distrito Yvonne González Rogers, de manera que el proceso judicial ha seguido su curso.
Las redes sociales son estructuras recientes; nacieron en 1995, luego de la aparición del internet en 1991; ellas conectan mediante códigos comunes a distintos grupos de personas devenidas en audiencias. El modelo comercial suele ser entonces el publicitario que usa a las audiencias como producto sin ningún tipo de cobro, lo que confirma ese adagio que indica que cuando algo es demasiado bueno para ser verdad, es porque no nos hemos dado cuenta que nosotros somos el verdadero producto. De hecho los fiscales han indicado que Meta ha estado recopilando la información personal de estos menores, como su ubicación y dirección de correo electrónico, sin permiso de los padres o tutores.
De esta manera, empresas, nacidas en garajes o en habitaciones de las universidades, tienen mayor valor de capitalización patrimonial que el de las más importantes empresas a nivel mundial. Para hacernos una idea de lo anterior vemos con asombro que Meta tiene una capitalización de mercado superior al de las empresas más importantes a nivel mundial como Boeing, o incluso el valor conjunto de empresas como Ford y General Motors.
Las redes sociales solo pudieran ser consideradas como buenas si en el camino por posicionarse como líderes no apelaran a las adicciones tecnológicas. Están diseñadas como plataformas que persiguen la economía de la atención mediante la utilización de metadatos que logran construir contenidos apetecibles y similares en cuanto a gustos y preferencias de quienes las consumen. Es por ello que una de las posiciones más relevantes de este tipo de empresas sueles ser los denominados grow hacking, expertos en diseñar estrategias para mantener la mayor cantidad de tiempo posibles a quienes visitan las distintas redes sociales, a costa de sus horas de descanso u otras actividades necesarias como el deporte, el esparcimiento o la vida en familia . En este sentido, Ana Lembke, médico y Directora de Medicina de la adicción de en Standford University ha definido las redes sociales como una droga destacando la liberación de dopaminas que se busca en recompensas, y reforzamiento detrás de la participación en las mismas.
El ámbito legislativo ha sido laxo en protección de la juventud, bien porque quienes emiten el contenido se encuentra muy lejos de las acciones Estatales o también por la presión y lobby que imponen las empresas de este tipo. Los senadores estadounidenses Ed Markey y Bill Cassidy afirman que Meta elude intencionadamente una ley de privacidad infantil y piden a la empresa que ponga fin a esta práctica.
A las adicciones a las redes deben añadirse otro tipo de riesgos mediáticos como los hackeos, el ciber bullyng, la sextorsión o incluso la nomofobia. Cada uno de ellos debe ser considerado como una amenaza posible para nuestros niños.
Es por ello que la educación mediática es una necesidad de la modernidad tecnológica; debemos formar a nuestros niños como consumidores responsables de los contenidos digitales. No podemos confiar o depender de sanciones a los emisores de contenido o a las plataformas digitales. Es perentorio el desarrollo de políticas públicas que haga que la educación mediática, también conocida como educomunicación, pase a ser parte transversal de las demás materias que se imparten en los colegios en nuestra nación. Es una deuda con la salud de nuestros adultos del futuro.