Metafísica de la conciencia

Metafísica de la conciencia

El distinguido intelectual Lic. Bruno Rosario Candelier ha parido su más reciente obra: “Metafísica de la Conciencia” la que nos la dedica, lo que constituye un honor para mí. El enjundioso libro fue entregado a la “intelligentsia” dominicana en un hermoso acto el pasado martes en los salones de Funglode, teniendo este servidor el muy alto honor de presentarla, junto a los distinguidos intelectuales Emilia Pereyra y Sélvido Candelaria. El autor cuenta con más de una treintena de producciones intelectuales que lo convierten en un referente muy importante de la intelectualidad nacional.
Es un verdadero incitador intelectual e insuperable maestro, se me antoja reconocerlo en nuestro terruño como el Ortega y Gasset dominicano. Ha realizado una titánica faena de información y formación filosófica que nunca ha interrumpido (el Ateneo Insular, el Interiorismo), en notas, artículos, tertulias, talleres, conferencias, que por numerosas prefiero resumir sus resultados beneficiosos para el país como “trascendentes”.
Cuando el Lic. Rosario muy amablemente me pidió que presentara la obra, jamás me imaginé en la tarea que me embarcaba. “La Metafísica de la Conciencia”, obra de 537 páginas, es una obra “compleja” por el tema, pero escrita en un sencillo y muy correcto español. En su página inicial en la dedicatoria del libro él señala: “A José Silié Ruiz, cultor de la conciencia que edifica”, ese dedicatorio homenaje que viniendo del Presidente de la Academia Dominicana de la Lengua, lo aprecio en su más amplia dimensión y lo agradezco desde el hondón de mi corazón. Si hacemos una definición simple de lo que es la metafísica, podemos decir que es la parte de la filosofía que enfoca el estudio del ser, la naturaleza y las estructuras de la realidad. Desde la antigua Grecia se trataban estos temas, teniendo en Aristóteles uno de su más ilustres representantes. Importante es, que en esa época constituía el saber más elevado al cual una persona podía pretender llegar.
Personalmente considero que aun con el paso de los siglos no ha variado mucho esa apreciación y de que todavía hoy se necesitan condiciones de lucidez mental superiores para manejar el tema.
Señala el autor en la introducción de la obra: “De ahí que lo más importante con lo que cuenta la inteligencia humana es el poder intuitivo de esta facultad intelectiva que hace posible la existencia de la conciencia. La intuición conforma, con la memoria, la imaginación, la estimativa y el sentido común, los sentidos interiores de la inteligencia humana, de los que depende nuestra capacidad de percepción, reflexión, expresión, valoración y creación. De hecho, el arte, la ciencia, la filosofía, la mística y la espiritualidad con todo lo que ha creado la humanidad a lo largo de la historia, se ha podido hacer por el poder de la intuición, que capta la vertiente profunda de fenómenos y cosas y, sobre todo, ayuda a captar y perfilar su valor y su sentido”. Creo que estos juicios son el “lato sensum” (amplio sentido) de este enjundioso tratado.
Como la obra trata sobre la “conciencia”, el autor establece desde el principio la diferencia entre “consciencia” y “conciencia”, procedentes ambas de raíces latinas, es decir, que se trata de dos vocablos afines. “Consciencia” significa –conocimiento-, mientras que “conciencia” alude al -órgano del conocimiento-. Visto lo anterior, puedo afirmar: “Tengo consciencia de que poseo conciencia”. En sus 34 capítulos los temas de: la intuición, el lenguaje, el Logos, la creación y la espiritualidad fueron mis preferidos. En sus más de 80 referencias el autor me honra citando cuatro de mis escritos.
Si me pidieran definir la personalidad del autor yo diría que tiene una fuerte y amplia curiosidad intelectual, una actividad incansable, una vigorosa creencia en el hombre, la más incondicional entrega a su vocación por la enseñanza y la creación filosófica, una extraordinaria generosidad espiritual y un inmenso amor por la verdad y la libertad”. Ya lo dijo el prominente George Bernard Shaw, otro cerebro superior pensante: “Solamente los tontos confunden la filosofía con la locura, la ciencia con la improvisación y el arte con la arrogancia”. ¡Gracias del alma Don Bruno por la gentil dedicatoria de su libro, por esa tan alta distinción!

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