La Compañía Nacional de Teatro, dirigida por Fausto Rojas, presentó en la Sala Máximo Avilés Blonda, de Bellas Artes, la obra “La Metamorfosis de Makandal”, inspirada en el poema épico del músico y dramaturgo dominicano Manuel Rueda, quien a la vez se inspira en ese personaje de leyenda, Makandal, esclavo africano rebelde, “hombre ungido por las grandes Loas”, especie de mesías libertador, capaz de transformarse en distintos animales, para burlar la vigilancia de los opresores, práctica conocida como “Nahuanismo”.
Makandal fue atrapado, condenado a muerte en la hoguera, su personaje despierta fascinación y permanencia en la memoria colectiva, dando lugar a muchas leyendas populares.
Sobre el poema de Rueda, el escritor José Alcántara Almánzar, señala: “La isla partida en dos, condenada a las desventuras de una tierra en que se enfrentan sin cesar sus dos mitades.
Makandal es un milagroso rayano, el demonio de la frontera, brujo mandinga”.
La obra escrita por un dramaturgo es solo una parte del hecho teatral, el director luego de estudiar el texto, hace sus propias sugerencias, saca conclusiones hasta que el texto adquiere una identidad.
Pero llevar a escena un poema es una tarea más compleja; el poema es una obra cuyo contenido expresa sentimientos, pensamientos a veces una denuncia o crítica social, está escrito para el deleite, en un lenguaje hermoso con la intensión de fascinar al lector, no pensado para la representación.
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En consecuencia, cuando un poema es llevado a escena la figura del dramaturgo cobra mayor relevancia y se convierte en el primer crítico interno del espectáculo en elaboración.
La excelente dramaturgia del maestro Haffe Serulle, logra ese paso de la escritura poética a la escritura escénica.
La puesta en escena
Es la transformación del texto a través del actor y del espacio escénico. Los diferentes componentes de la representación, son ensamblados y coordinados por el ente unificador y creativo que es el director.
Fausto Rojas como un verdadero demiurgo encuentra la partitura, la concreción escénica más apropiada para el espectáculo, que es en definitiva lo específicamente teatral, y convierte la puesta en escena en un poema escénico.
La concepción semiológica para la elaboración de la escenografía es vital, Fidel López recrea el espacio, el ambiente, cada elemento es un referente en función de las necesidades de los actores, y específicamente del proyecto dramático.
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El mayor acierto de todo director es la escogencia de los personajes, Fausto Rojas acierta; la figura de Makandal se corporiza, con un intérprete de excepción, Johnnie Mercedes es Makandal, su actuación es real, vive cada momento, transmite las emociones del personaje legendario, que ya tiene en él un referente visual.
Esta ha sido desde nuestra percepción, su mejor actuación.
Anaisa, deidad del panteón criollo, patrona del amor y la felicidad, es parte de nuestro sincretismo. Junto a Makandal, con movimientos insinuantes, ofrece una especie de diálogo amoroso.
Yorlla Lina Castillo ataviada de una túnica vaporosa, alegoría de las siete vueltas -los distintos aspectos de la deidad- logra el efecto buscado.
Obra teatral
Una especie de rival es el “chaman de la isla”, por su condición de hechicero, capaz de entrar en comunicación con los espíritus. Orestes Amador logra el hechizo con su excelente interpretación.
A manera de coro, las tres “Ancianas” personajes icónicos, son esenciales en la puesta en escena, sus intérpretes: Pachy Méndez, Cindy Galán y Johanna González, logran el efecto buscado.
Un personaje antagónico por su condición, es “El General”, interpretado con dosis de ironía bien manejadas, por Gilberto Hernández. El “Demonio” -Manuel Raposo-, “Caribe” –Miguel Bucarelli, “Palero” –Vadir González- y el “Niño” –Francis Frica-, logra cada uno su cometido.
Durante todo el desarrollo del drama, se percibe una atmósfera mágica, que se intensifica en determinados momentos, como la muerte de Makandal, -la hoguera- logrados plenamente por el ilusionista, César J. Báez.
El manejo y diseño de las luces oportunas en cada escena, a cargo de Bienvenido Miranda, es otro elemento a destacar, así también las voces por momentos convertidas en cánticos rituales, dirigidas por Nadia Nicola.
El ritmo “in crescendo” que le imprime a la obra, el director convierte este poema épico en un drama, logrando así las expectativas, hasta llegar a un climax, a un final aunque esperado, impactante.
La mejor valoración del público se expresa cuando de pie, produce prolongados aplausos, y cuando todo parece terminar, aún queda algo más por ver.
La Compañía nos deleita con selecciones de “Cantos de la Frontera”, muestrario de poesía social, de Manuel Rueda. Invitamos a los amantes del teatro a disfrutar de esta magnífica puesta en escena.