Metamorfosis del barrio

Metamorfosis del barrio

Guido Gómez Mazara

Los barrios experimentaron cambios sustanciales que, con el paso de los años, cedieron ante un proceso caracterizado por una ruptura con los parámetros de convivencia propia de una ciudad que salía de la dictadura. Y los años 70 expresaban la sed por la militancia política, activismo político y afán cultural. Lo importante consistía en cerrar filas en los partidos e impulsar los ídolos deportivos. Los sancarleños, habitantes de Villa Francisca y Ciudad Nueva, estaban entusiasmados con los anhelos democráticos. Allí, la solidaridad era el común denominador de los ciudadanos. Llegó la guerra de abril y todo el martirologio desprendido de las acciones revolucionarias establecieron las bases del nuevo mito urbano. Héroes de verdad, junto a fabuladores cubrían el relato de la época. Derrotadas las huestes democráticas y superada la dictablanda, los esquemas encontraron referentes invertidos con mayor entusiasmo en el éxito desprovisto de reglas éticas. Muchos no deseaban emular el modelo del sacrificio en el marco de las jornadas épicas asociadas a la cárcel y riesgos propios de una intolerancia política. Llegó el momento en que la acumulación representaba la aspiración de los jóvenes. Y llegó el deseo de irse del país y/o promover fórmulas en capacidad de colindar con el delito. Complicidad o participación, pero el ritual estaba claramente establecido. Hágase de dinero. Ya Gualey y Guachupita desdibujaban los esfuerzos del Club Rafael Leónidas Solano para construir una escuela o polideportivo. Lo inmediato se describía con el auge del dueño del punto, su penetración en el sector y su enorme capacidad de suplir un Estado incapaz de garantizar una solución a las urgencias indispensables. Siento que todos los Gobiernos creyeron que el punto de solución lo resolvía la mano dura.

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Tremendo error, básicamente porque la exclusión social representa la fuente por excelencia que transforma exponencialmente la actual situación de descontrol. Cada seis minutos tenemos un atraco sin posibilidad de que la respuesta oficial, torpemente conducida por la solución propagandística, allane el camino de respuestas racionales. Así andamos, y lo visible está pautado por decisiones que vuelan los mecanismos institucionales y habilitan el clásico » yo resuelvo «. Seguimos en lo mismo, y los barrios desprotegidos, profundizando el perverso alegato de criminalización de la pobreza. Allá en la marginalidad lo que aspiran es al simple entendimiento de una realidad que debe ser asumida sin los prejuicios tradicionales y menos presumiendo que un modelo exitoso en otras latitudes es sinónimo de solución aquí. Se seguirán equivocando. ¡Qué pena!

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