¿Metro?

¿Metro?

FRANCISCO ALVAREZ CASTELLANOS
Al gobierno se le ha metido entre ceja y ceja construir un ferrocarril subterráneo en esta capital un «metro», dicho de otra manera. El costo de ese metro es, por ahora, de US$40.00 millones por kilómetro. Dejando a un lado la Ciudad Colonial, intocable para ese tipo de obras, tenemos que el «metro» podría recorrer las avenidas San Martín, Mella, Duarte, Kennedy, Francisco Villaespesa, Lope de Vega, Tiradentes, la George Washington, Abraham Linconl, Rómulo Betancourt, 27 de Febrero, Independencia, Máximo Gómez y otras transitadas avenidas capitaleñas.

En una peña de amigos, tres ingenieros hicieron un cálculo «grosso modo» de cual sería el kilometraje y, también a «grosso modo», el costo de la obra.

«A ojo de buen cubero» y tomando en cuenta nada más que 50 kilómetros de «metro», este costaría al pueblo dominicano, al hambreado pueblo dominicano, al quebrado pueblo dominicano, nada más y nada menos que US$2,000,000,000.00.

Ahora, esas son «peccatas minutas» comparado con lo que la citada obra significaría para los capitaleños. Tomando en cuenta que el «metro» de Ciudad de México, un país «sembrado de plata,»un país petrolero, un país rico, (aunque con la riqueza mal repartida) tomó decenios para ser construído, ¿qué tiempo tomaría el «metro» en terminarse?

Otra cosa. Un tren subterráneo significaría romper las calles más importantes de esta capital porque, para los que no lo saben, esta ciudad está construída sobre pura roca, roca, señores, y los equipos que se necesitarían para romper esa roca no serían simples tractores o cosas por el estilo.

Y sigo. Todo el tiempo que se tarde esa construcción traería  como consecuencia un caos apocalíptico en el tránsito, la quiebra irremediable de centenares de negocios, miles de desempleados más de los que ahora tenemos y un montón increíble de más problemas, incluída la mudanza de todas las familias cuyas casas estén en las calles por donde pasará «el metro».

Agreguése a todo eso la contaminación ambiental que producirá la interminable polvareda que producirá el romper nuestras principales avenidas y calles.        

Esta capital necesita, es cierto, un sistema de transporte urbano eficiente, barato y que no produzca traumas…ni nuevos ricos.

Pero el «metro» no es ese sistema. ¿ Sabían ustedes que en Londres todavía transitan guaguas de dos pisos, como las que había aquí en «la era aquella» ?

El plan es, además de descabellado, antieconómico, insalubre, impopular y llevaría al Partido de la Liberación Dominicana (PLD) a un foso más hondo del que llevó Hipólito Medina al PRD.

Pero, ¿quién se le va a imponer, con la autoridad necesaria al gobierno para que deje de pensar en el «metro», en lo que significaría para nuestra capital y para su propio partido?

Pero, Dios mío, ¿es que nos estamos volviendo locos?

Un país quebrado en virtud de una política económica que hizo multimillonarios a unos cuantos pillos, pero que dejó en cueros a millones de dominicanos, no puede darse el lujo de iniciar la construcción de un «metro» que podría no terminarse jamás, a menos que se le otorgue el negocio a un gobierno o empresa extranjera. Y ni así el pueblo dejaría de sufrir durante años, años y años.

Yo le pido a Dios, Quien todo lo puede, que haga pensar al gobierno de otra manera. Y si se empeña (porque Dios no obliga, Dios solo enseña el camino), le corresponderá al Presidente de la República, Leonel Fernández, recordar que «comer es primero», que el progreso se logra teniendo un pueblo sin pasar necesidades extras, como las que está pasando actualmente, pisoteado por la delincuencia, con la droga acabando con su salud mental y física y con autoridades judiciales a las que les tiembla el pulso cuando hay que tomar una decisión contra los ladrones de cuello blanco, contra los delincuentes y contra los narcotraficantes. Y cuando me refiero a los jueces, sé con toda seguridad que hay bastantes excepciones a la regla, pero también sé con toda seguridad que esos jueces probos no tienen quien los defienda llegare el caso.

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