EFE REPORTAJE. Las transitadas calles de la Gran Manzana esconden un museo subterráneo en sus estaciones de metro que, desde la década de los ochenta, acogen la obra de decenas de artistas, entre ellos los latinoamericanos.
Mientras que los rascacielos de la ciudad que nunca duerme acaparan las miradas de los turistas, la mayoría no repara en que bajo tierra, Nueva York cuenta con uno de las exposiciones de arte público más extensas del mundo.
El sistema de metro de Nueva York tiene más de 170 proyectos que, por el precio de un billete, se pueden disfrutar de manera permanente, explicó a Efe la directora del programa Arts for Transit and Music Under New York, Lydia Bradshaw.
Este peculiar museo subterráneo, que reúne desde mosaicos hasta representaciones en cerámica, azulejos, bronce, acero y vidrio, se extiende por los cinco barrios de Nueva York y representa la gran diversidad cultural que caracteriza a la ciudad.
De este modo, las obras de artistas consolidados como el estadounidense Roy Lichtenstein (1923-1997) o la puertorriqueña Nitza Tufiño, hija del respetado Rafael Tufiño (1922-2008), comparten espacio con las del ilustrador también de origen puertorriqueño Raúl Colón, la mexicana Andrea Arroyo o la española Paloma Muñoz, que concibe sus creaciones junto a su marido, Walter Martín.
La importancia del barrio. La iniciativa de la Metropolitan Transportation Authority (MTA), empresa responsable del transporte público en Nueva York, nació en la década de los ochenta con la renovación de la centenaria red de metro, por la que pasan más de cinco millones de personas a diario. Desde entonces, MTA destina parte de sus fondos a la incorporación de arte público en sus estaciones, con la finalidad de plasmar en él un pedazo del barrio donde se encuentran y su comunidad. Este arte es para el público e intentamos que las obras reflejen facetas cotidianas de la comunidad que vive en la zona, añadió Bradshaw.
En la estación de la calle 191 se exponen los dos mosaicos que Raúl Colón colocó en 2003, y en los que una pareja baila al tiempo que dos niños con alas revolotean por la calle y otro pasea a su perro. En el norte de Manhattan hay muchas personas dominicanas y de los trópicos, así que decidí enfatizar la parte musical, el baile, aunque también me inspiré en el trabajo de artistas italianos como Piero della Francesca y por eso puse a los niños con alas de ángel, para hacer algo más metafísico que real, explicó a Efe Colón.
Según el artista, que asegura que quería levantar el espíritu a la gente que entrara a la estación por la mañana, MTA es muy consciente de los lugares que se eligen para las obras y de los artistas que realizan las obras, escogidos todos por un comité local del barrio.
Al este de la ciudad, en el barrio de Brooklyn, la puertorriqueña María Domínguez instaló un año antes que su compatriota 16 paneles de vidrio, que representan las actividades cotidianas de la población. En comunidades de bajos recursos, la gente no va a los museos, y esta iniciativa no sólo hace el arte accesible a estas gentes, sino que crea una relación directa entre el público y el artista, afirmó Domínguez.
Asimismo, la madrileña Paloma Muñoz y su compañero Walter Martín decoraron con 181 cuervos y grajos la parada de Canal Street, al sur de la isla, en 2001.
Con la intención de recuperar el entorno del canal que en su día ocupó esta transitada calle de Manhattan, Muñoz señaló que es importante encontrar vías para la expresión de los diferentes barrios de la ciudad.
El arte de la música en directo. Si algo hace especial a este museo, además de su condición subterránea, es que el viajero, convertido en visitante esporádico, puede disfrutar del arte con la música en directo de grupos como Aguaclara o Espíritu Andino. Al tocar en el metro podemos estar más cerca de la gente, es como un concierto privado, afirmó Ángel Martín, uno de los integrantes de la banda Aguaclara, que junto a un argentino, un chileno, un japonés y un estadounidense deleita a neoyorquinos y turistas cada día con su ecléctica fusión de ritmos latinos.
En el caso de Espíritu Andino, sus cinco componentes, procedentes de Perú, Ecuador y Bolivia, llevan más de ocho años tocando en los túneles de la ciudad.
La música latinoamericana tiene muy buena acogida, ya que existe un interés creciente por nuestra cultura, afirmó el líder del grupo, Faustino Cutipa.
Para algunos usuarios del metro, estas estaciones han dejado de ser un lugar de tránsito para convertirse en destino final por sí mismas.
Con la gran diversidad artística que reúnen, las más de 460 paradas que forman la red de metro de la ciudad de los rascacielos bien podrían ser una visita más a considerar junto al museo Guggenheim, el Metropolitan o el Whitney.
Arte convertido en obra social
Cada una de las obras que componen este museo subterráneo de Nueva York cumple una función social que alberga valores como la tolerancia, la identidad y la diversidad.
Sin embargo, la obra de Nitza Tufiño destaca por haber involucrado a la comunidad de manera activa en la creación de 37 murales de cerámica que, desde 1989, lucen al oeste de Nueva York, en la estación de la calle 86.
A diferencia del resto de proyectos en los que el artista es el único creador de la obra, Tufiño trabajó junto a 17 estudiantes, que aprendieron la técnica del mural. Participar, para muchos, significó el comienzo de sus carreras como artistas. En vez de pagar a un grupo de personas para que me ayudaran, elegí a estudiantes que, a la vez que aprendían conmigo, su contrato estipulaba que tenían que acabar la educación secundaria, explicó a Efe la artista puertorriqueña.
Según la artista, la experiencia sirvió para abrir a estos estudiantes los ojos al arte, ya que algunos de ellos emprendieron carreras artísticas a raíz de la experiencia.
Tufiño, artífice también del arte expuesto en la parada de la calle 103, ha sido la única mujer que, junto a la estadounidense Elizabeth Murray (1940-2007), cuenta con arte público en dos estaciones del metro neoyorquino.