MEXICO, (AFP) – Más de 71 millones de mexicanos están convocados dentro de una semana a las elecciones más reñidas de la historia del país, en las que se enfrentan un candidato de izquierda populista, Andrés Manuel López Obrador, y el continuismo conservador encarnado por Felipe Calderón.
Apenas dos puntos de promedio (36%-34%) separan a ambos candidatos, que tras más de cinco meses de campaña han conseguido polarizar a México con acusaciones de corrupción, denuncias ante la justicia e insultos.
Entre 4 y 7 millones de electores deben decidir aún su voto, según algunos sondeos, lo que permite presagiar un final de campaña intenso, de aquí al próximo miércoles. Las elecciones del domingo 2 de julio servirán también para renovar el Congreso y la alcaldía de la capital mexicana, y tres gobernaturas.
Ninguno de los tres principales partidos en liza el oficialista Acción Nacional (PAN), el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y el Partido Revolucionario Institucional (PRI) obtendrá una mayoría suficiente en el Congreso, según todos los sondeos.
López Obrador, 52 años, líder de una coalición encabezada por el PRD, promete un cambio de modelo económico, en la misma línea de la izquierda que llegó en los últimos años al poder en América Latina, con una reafirmación del papel del Estado mediante obras públicas y ayudas a las capas más desprotegidas.
La lucha contra la corrupción y la austeridad permitiría ahorrar en México hasta 10.000 millones de dólares anuales, ha asegurado López Obrador, con lo que se financiará no solamente esos ambiciosos programas, sino que además refundará la desprestigiada vida política.
Calderón, de 43 años, se presenta como el candidato del empleo y la estabilidad económica del presidente Vicente Fox, y es partidario de la apertura que convirtió a México en el país con más acuerdos de libre comercio del mundo.
El candidato del PAN aboga por las reformas fiscales, laborales y energéticas que no pudo conseguir Fox, y en el campo de la seguridad con unificar los cuerpos policiales y cadena perpetua para los secuestradores de menores.
Aunque los partidos firmaron un Pacto de Civilidad, la amenaza de una contestación del resultado de las urnas está latente.
En la medida en que haya una brecha (entre el primero y segundo), eso es lo que va a tranquilizar, independientemente de quien gane, considera la analista política Denise Dresser.
López Obrador, político formado con las protestas ciudadanas, ha asegurado que respetará el veredicto de los electores, pero sólo porque está convencido de ganar.
Vamos a ganar, sin venganzas, ha declarado. Calderón también se ha presentado como un presidente de conciliación, pero la sombra de la debilidad foxista no lo abandona.
El candidato en discordia, Roberto Madrazo (25-27%), del PRI que gobernó al país durante siete décadas, es consciente por su parte de la amenaza de explosión de su partido, construido desde y para el poder, si se queda en el tercer lugar.
Veo nubarrones para la gobernabilidad del país si el resultado es demasiado ajustado, advirtió el propio candidato priista, que en el pasado también ha protagonizado rebeliones políticas.
Seis años después del histórico cambio que encarnó Fox, México podría prolongar su actual bloqueo político.
El Instituto Federal Electoral, que ha desembolsado más de 1.200 millones de dólares para financiar a los partidos y garantizar unas elecciones limpias, se juega también su prestigio como árbitro de la contienda.
Formar una coalición es el verdadero reto de los partidos para el 3 de julio, resume Macario Schettino, analista y profesor del Instituto Tecnológico de Monterrey.