Mezquindades de la política

Mezquindades de la política

Claudio Acosta.

Por lo que se aprecia en recientes reportajes  periodísticos, el Metro de Santo Domingo, la magna obra del expresidente  Leonel Fernández, empieza a dar señales de preocupante deterioro, y todo indica que la causa es el peor enemigo de las obras de esa envergadura: la falta de un oportuno y adecuado mantenimiento. Y es fácil adivinar la razón, pues sus operadores, cada vez que se les presenta la oportunidad, se quejan de las limitaciones de recursos, pero no se atreven a levantar la voz  por temor a que se interprete como una presión indebida a un gobierno que no tiene “al Metro de Leonel” entre sus prioridades. Es de lamentar, por supuesto, que desde el gobierno no se aprecie en toda su dimensión el extraordinario servicio que ofrece  un medio de transporte seguro, confortable y barato del que se benefician diariamente  miles de personas en el Gran Santo Domingo. Muy pronto alguien argumentará, como se argumentó entonces, cuando su construcción parecía un delirio de grandeza de Leonel  y Diandino Peña, que el Metro nos queda grande, que mucho tardamos en dominicanizarlo  y arrabalizarlo, y por el camino que va será solo cuestión  de tiempo para que los que así piensan y se expresan se ufanen de haber tenido razón. Pero tampoco faltarán los que se atrevan a decir que los problemas por los que está pasando el Metro no son   en realidad la falta de recursos económicos o   un Estado indolente, que no le da mantenimiento  a las grandes obras que construye,  sino a la mezquindad política de los actuales inquilinos del Palacio Nacional.

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