Mi advertencia

Mi advertencia

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Voy a dejarlo por escrito, convencido de que el reloj electoral comienza su cuenta regresiva, para que nadie pueda alegar ignorancia en medio del calor de una contienda pautada en mayo del 2016. Afortunadamente, los artículos dejan constancia, y apelo al juicio del lector para se constituya en juez por excelencia de mi comportamiento en medio de procesos donde la consistencia anda de vacaciones, los comportamientos incongruentes y el zigzagueo como sello distintivo del memorial de sinvergüencerías propias de una parte de la dirigencia política.

El alegato de que la política no puede llevarse al ámbito de lo personal tiene una cuota de verdad. Ahora bien, la conducta humana no exhibe una clara tendencia en dejar atrás las huellas que el enfrentamiento civilizado presume, pero cuando se deforma y traspasa las fronteras de la racionalidad emergen posturas inexplicables. La historia está llena de ejemplos.

Desde niño recibí en mi hogar la sabia enseñanza de no acumular energías negativas contra nadie. Sobre todo, aprendí a dejarle al todopoderoso el juicio final respecto de exponentes de una naturaleza retorcida como resultado de huecos existenciales que el dinero y la fama no logran resarcir. Además, la actividad partidaria requiere de almas nobles que no carguen cuotas de resentimiento en capacidad de disminuir humanamente al que ejerce la venganza como norma de vida.

No llevo al terreno personal mis discrepancias políticas. He sabido disentir y coincidir con dirigentes dentro y fuera de mi organización. Mis distanciamientos con el sector que controla las siglas del PRD obedecen a criterios ideológicos, programáticos y visión de la sociedad que, en el marco de un partido auténticamente democrático, reivindican el sentido de pluralidad indispensable en una organización fundada en 1939 y espacio vital de la vida institucional del país.

La distorsión de la actividad partidaria conduce a mal pensar que en aras de conseguir el objetivo, todo es posible. Y no debe ser así. La raíz del disgusto ciudadano y la mala reputación de la clase política radica en olvidos simulados en medio del activismo que se revierten después por la falta de sinceridad, y cuando pasa el gesto hipócrita y la compasión falsa, nace la retaliación que obstruye carreras, traza el camino de persecuciones judiciales y entramado de descalificaciones inimaginables. No tengo pasta de simulador.

Decidí echar el pleito en el PRD y ahora que se le acaba la gasolina al grupo que mal dirige la organización, se coordinan voces alrededor de una alianza que, en realidad oxigenaría al autor de la conspiración traicionera del 2012, dándole vida más allá del 2016. Pactar con Vargas Maldonado debilita la sed de frescura con nuevas formas de hacer actividad partidaria porque asociarse con su imagen se traduce en aplaudir y validar sus inconductas. Además, construir un bloque de fuerzas democráticas para competir contra el PLD necesita de exponentes con la entereza suficiente en la que comportamientos financieros de naturaleza personal no se traduzcan en pieza de escarnio que afecten el conjunto de voluntades alrededor de una opción presidencial opositora.

Reconozco que se pretende hacer política con tanto nivel de elasticidad, reclamándonos grados de tolerancia que rayan en la indecencia. Conmigo no cuenten para eso. Dejo constancia faltando 12 meses para las próximas elecciones.

 

Esa es mi advertencia.

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