Mi ahijada Carolina

Mi ahijada Carolina

La niña tendría unos 5 años. Sentada en las piernas de su padre escuchaba la conversación de los padres. Era el tiempo del gobierno de los 12 años de Joaquín Balaguer, la persecución, el ostracismo y la muerte por causas políticas eran una práctica diaria; la delincuencia y la criminalidad políticas no tenían techo.

La voluntad del pueblo pudo más que los matones, asesinos uniformados de policías, de guardias y fueron echados del poder. Desde entonces andan ocultos hasta tras una fina hoja de papel, pero fuera de circulación.

Un niño es una memoria en formación que recoge todo, la respiración de los padres, hasta la forma de sacarse los zapatos, en un gesto, en una palabra capta cualquier situación anómala entre sus mayores. La intuición infantil es simple pero directa, aparentemente sencilla pero profunda.

La noche avanzaba, se acercaba la hora de que la niña fuera a la cama, sus padres comentaban una de las mil diabluras cometidas por el gobierno de la época caracterizado entre otras cosas, por la imposición, la intolerancia, el desprecio por el consenso, apego y cultivo de la mano dura para gobernar. Los padres conversaban sin tomar en cuenta a la niña, quien supuestamente  carecía del discernimiento y la capacitad para participar en un análisis de la situación política.

Ya su padre le había leído el cuento de antes de que la niña se durmiera, le refirió una historia en la cual un dragón, con una lengua de fuego tan fina que entraba en una cueva de hormigas, tan fuerte que licuaba el acero, tan larga que alcanzaba los aviones, ese monstruo terrible acechaba el comportamiento de los niños y se comía a los pequeños.

En medio de la conversación de los padres Carolina, mientras tomaba a su padre por el mentón preguntó: papi, papi, ¿a quién se come?

¡Cuán profunda la pregunta, cuánta sabiduría en el concepto!

En la conversación se hablaba de una imposición que intentaba colocarle un narigón al país a fin de llevar la nación en una dirección incorrecta. Se criticaba una acción antidemocrática. Un partido político no es un chiquero donde se lleva la gente para que actúe cuando a uno le dé la gana, cuando uno decida qué deben hacer los demás y por cuáles razones.

Un partido político es un haz de voluntades individuales que se unen para defender una idea, que tienen un propósito. Que se manifiesten las voluntades para que ningún niño pueda preguntar a sus padres si alguien obstaculiza el consenso en el Partido Revolucionario Dominicano para brindarlo al enemigo en bandeja de plata.

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